Barcelona, 1968. Rufo Batalla recibe su primer encargo como plumilla en un periódico: cubrir la boda de un príncipe en el exilio con una bella señorita de la alta sociedad. Coincidencias y malentendidos le llevan a trabar amistad con el príncipe, que le encomienda, entre otras cosas, escribir la crónica de su peculiar historia. El opresivo ambiente de la gris España franquista pronto se quedará pequeño para Rufo, que viajará a Nueva York con poco dinero, grandes esperanzas y el difuso objetivo de hacer algo emocionante con su vida.
Para ser Eduardo Mendoza un escritor tan reconocido, he de confesar que apenas había leído nada suyo. Lo primero que me llama la atención al leer la contraportada es que esta novela es la primera de una trilogía, lo que me lleva de nuevo a la cuestión de que los autores de hoy en día parece que no sepan concebir obras individuales.
Enmarcada en los años del tardofranquismo, relata la juventud del protagonista, entre la Barcelona que aspiraba a la libertad y la Nueva York de vuelta de todo, extremos entonces irreconciliables. Lo que no acabo de entender es el papel del rey de un país ficticio que da título a la novela. Me falta la fina ironía que destaca en otras novelas suyas, esta se toma demasiado en serio. Aun así, la lectura es agradable por la calidad de la escritura. No descarto leer las siguientes entregas.
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