domingo, 6 de septiembre de 2020

El mal de Corcira



Sinopsis:
Un varón de mediana edad aparece desnudo y brutalmente asesinado en una solitaria playa de  Formentera. Según varios testimonios recogidos por la Guardia Civil de las islas, en días previos se le había visto en compañía de distintos jóvenes en locales de ambiente gay de Ibiza. Podría ser un caso más para el subteniente Bevilacqua, pero en seguida comprenderá que no lo es. Cuando sus jefes le llaman para que se ocupe de la investigación, le hacen saber la peculiaridad del difunto: se trata de un ciudadano vasco condenado en su día por colaboración con ETA. 

A veces, en las novelas policíacas, estoy tan interesada en la resolución del misterio que me puedo saltar párrafos que no parezcan pertinentes, sobre todo si son muchas páginas. Quizá no obre bien, lo admito. Sin embargo, esto nunca lo hago cuando se trata de una creación de Lorenzo Silva: me detengo y me deleito en cada una de sus palabras, siempre tan justas y medidas, sin importar que la novela supere el medio millar de páginas. Si la expresión es acertada y amena, no le anda a la zaga el contenido: Silva nos desvela los vericuetos del alma humana, desde los sublimes a los más abyectos, porque no hemos mejorado desde los tiempos de Tucídides.

El historiador griego ya escribió sobre el mal de Corcira que da título al libro: el enfrentamiento entre semejantes que desemboca en guerras civiles. En España somos especialistas en el tema, y el subteniente Bevilacqua vivió en sus carnes una bien sangrienta, la lucha contra ETA, que vertebra la narración. Qué necesario que no se olvide aquel desgarro que sentíamos los españoles de bien cuando casi a diario las noticias informaban sobre muertos en atentados etarras, cuyas víctimas eran tanto servidores del orden público como civiles, incluidos niños. Quede esta novela, junto a Patria, como testimonio del horror.

Seguiré leyendo lo que Lorenzo Silva publique, pues su palabra es garantía de sensatez, tan falta en estos tiempos.

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