Sinopsis:
Hamlet abraza la locura y la ironía como las formas más nobles de dar sentido a su existencia, aun cuando eso suponga renunciar al amor verdadero, rebelarse contra un nuevo monarca, repudiar a una madre que ya no reconoce como tal o batirse en un duelo de esgrima florete en mano. “Me muero, me muero. Estoy muerto”.
¿Qué se puede decir de Hamlet que no se haya dicho ya? Al parecer, muchas cosas, ya que de vez en cuando surge una nueva adaptación. En eso reside la grandeza de los clásicos, en que no se agotan, en que pueden ser reinterpretados una y otra vez.
Como el último Hamlet que vi fue en inglés subtitulado y la imagen de mi querido Benedict Cumberbatch tenía para mí prioridad sobre el texto, ahora, en castellano, me he fijado más en lo que cuenta, aunque me ha dado la impresión de que el adaptador se ha tomado ciertas libertades en pro de acercar un texto complicado, extenso y a veces abstruso.
El reconocido dramaturgo Miguel del Arco se sirve de siete intérpretes, una cama, proyecciones en vídeo y una cortina que se abre y se cierra indistintamente para reescribir la historia del traicionado y atormentado príncipe danés.
Me quito el sombrero ante la interpretación de Israel Elejalde, al que solo conocía en papeles secundarios. Ahora lo estoy viendo encarnar al mítico Pepe Navarro en la serie Veneno, que ya comentaré cuando acabe. A Elejalde lo acompaña un reparto solvente como Ana Wagener, Ángela Cremonte, Cristóbal Suárez, José Luis Martínez, Daniel Freire y Jorge Kent.
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