Sinopsis:
Dirigida por Lyndsey Turner, producido por Sonia Friedman Productions e interpretando el papel protagonista Benedict Cumberbatch en el Teatro Barbican de Londres.
La obra transcurre en Dinamarca, y trata de los acontecimientos posteriores al asesinato del Rey Hamlet (padre del príncipe Hamlet), a manos de Claudio (hermano del rey). El fantasma del rey pide a su hijo que se vengue de su asesino.
La obra discurre vívidamente alrededor de la locura (tanto real como fingida), y de la transformación del profundo dolor en desmesurada ira. Además de explorar temas como la traición, la venganza, el incesto y la corrupción moral.
Previamente a la obra, se proyectan fragmentos de una entrevista, que ya había visto, donde Benedict Cumberbatch habla sobre el papel. Además, visita una escuela donde los alumnos representan una versión condensada de Hamlet y se emociona con ellos.
Cuando tuve claro que iba a ir a ver Hamlet, pensé en leer la obra para tener más conocimiento que el que da la cultura general. Luego lo descarté sabiendo que se habían introducido cambios y no me apetecía estar pendiente de las diferencias. Quería disfrutar de la experiencia sin más. Eso sí, batí mi propio récord de lectura rápida de subtítulos, con tal de centrarme en la pantalla.
Pasiones aparte, la maestría de Benedict es difícil de explicar con palabras. No recuerdo dónde he leído que el personaje del príncipe danés es el que más parlamento tiene en el corpus shakesperiano. ¿Cómo puede recordar tal cantidad de versos isabelinos, enrevesados como ellos solos, repletos de referencias mitológicas? Además, interactuando con el resto de los personajes, saltando, subiendo y bajando mesas y escaleras, manejando la espada, un trabajo muy físico. No obstante, nada comparado con el emocional: desde momentos de comedia pura hasta ver las lágrimas que brotan de sus bellos heterocrómicos ojos una y otra vez. Es de los actores que mejor lloran del mundo. ¿Cómo puede albergar tanto talento? Sin desmerecer al resto del elenco, lo cierto es que se ven eclipsados por tal fuerza de la naturaleza.
Me gustó la puesta en escena, sobria a la par que sorprendente y elegante. Me habría encantado presenciarla en directo, qué duda cabe, pero ni siquiera estando en primera fila podría haber disfrutado de las expresiones de los actores como en una pantalla de cine. Cada medio tiene sus ventajas e inconvenientes. Al término de la función, hace un llamamiento sobre la situación de los refugiados de Siria e indica una web donde aportar donaciones. A pesar de lo serio del tema, anima al público con sutiles bromas y ofrece lo que nos ha negado en la obra: su preciosa sonrisa.
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