Sinopsis:
Alguien tenía que decirlo:
Rebobinar un casete con un boli era un rollo. En los ochenta la gente llevaba hombreras y el pelo cardado. No se vestía, se disfrazaba. Marco era un llorica, Heidi gritaba demasiado y Naranjito… ¡¡era una naranja con piernas!! No tener teléfono móvil era un infierno. Los columpios eran de hierro oxidado. El Tragabolas no funcionaba nunca. En las habitaciones de los hospitales de maternidad se podía fumar.
Qué potente es el factor nostalgia, que nos hace creer que todo tiempo pasado fue mejor. De ahí surgió el fenómeno editorial de Yo fui a EGB que ha tenido varias continuaciones (he leído la 3 y la 4), además de juegos y otras derivaciones de merchandising.
En respuesta a lo anterior, Arturo González-Campos y El Monaguillo escriben este divertido libro donde muestran todo aquello que no era tan maravilloso de la no tan idealizada época, como no tener intimidad en las conversaciones telefónicas o sufrir lo indecible en las primeras conexiones a internet, que fallaban más que una escopeta de feria, por poner dos ejemplos.
Es inevitable sonreír al leer este libro y asentir porque lo hemos vivido, lo que nos remite, cual magdalena proustiana, a recuerdos que teníamos semi olvidados.
El libro cuenta con una especie de prólogo y epílogo de Juan Gómez-Jurado, que no es que aporte mucho pero siempre es interesante de leer.
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