Sinopsis:
Año 1943, en plena II Guerra Mundial. Las fuerzas aliadas están decididas a lanzar un asalto definitivo en Europa. Pero se enfrentan un desafío importante: proteger durante la invasión a sus tropas de la potencia de fuego alemana, y así evitar una posible masacre. Dos brillantes oficiales de inteligencia, Ewen Montagu y Charles Cholmondeley, son los encargados de establecer la estrategia de desinformación más inspirada e improbable de la guerra.
Una semana antes de su estreno en pantallas españolas, me topé con esta película en la red, con el título original de Operation Mincemeat. Aunque a priori el título no me decía nada, el glorioso reparto británico, con tótems como Colin Firth o Matthew Macfadyen, me decidió a verla.
En cuanto se planteó la susodicha operación carne picada, me pregunté de qué me sonaba ese plan maestro pergeñado por la inteligencia británica para engañar a Hitler y en el que la España franquista desempeñó un papel importante sin comerlo ni beberlo. Y me acordé de que es el argumento de un episodio de El Ministerio del Tiempo.
Aun sabiendo lo que iba a suceder (inconveniente de las películas históricas), hay que reconocer el mérito y la capacidad del cine británico para trasladar a la pantalla grandes acontecimientos. Añádase un toque de romance y la combinación mejora.
1 comentario:
Lo más curioso de todo este asunto es comprobar cómo, una vez más, la vida real puede ser tan enrevesada e increíble como la ficción. Además, el escenario del engaño (es decir, el hallazgo del cuerpo del presunto oficial británico) fue España.
Todo esto prueba que a veces los servicios secretos deberían echarle un poco de imaginación, escrupulosidad y buen hacer a su trabajo para conseguir logros tan notables como los del equipo británico.
Y es que últimamente, con la honrosa excepción de algunas informaciones sobre la guerra de Ucrania justo antes de que estallase, los servicios secretos en general, y los nuestros en particular, dejan mucho que desear. Aunque, respecto a los nuestros, me da la impresión de que la incompetencia proviene más de los mandos políticos que de los oficiales técnicos.
Publicar un comentario