Sinopsis:
Shibata es la única mujer de su oficina. No se puede quejar: es un trabajo estable y aquí nadie la molesta ni le hace proposiciones fuera de tono. Pero está harta de no salir nunca a su hora y de que sus compañeros den por sentado que debe encargarse de servir el café, limpiar, ordenar… Hasta que, una mañana anuncia que no seguirá ocupándose de nada de esto. Está embarazada. O eso dice.
Lo primero que quiero destacar es que no hace falta escribir al peso, como parece estar de moda últimamente, para conseguir transmitir una historia interesante. Encontrar, pues, un libro de 176 páginas es un regalo.
Lo segundo es, tras haber leído La gula, reafirmarme en lo extraño de la sociedad japonesa actual. Si de verdad se asemeja a lo que estas dos novelas dejan traslucir, miedo me da, por lo menos a los ojos de una mujer occidental.
Aquí los tintes machistas de los japoneses no son tan flagrantes como en el otro libro pero siguen presentes. La protagonista ha de fingir un embarazo para obtener un trato más considerado en el trabajo, donde se la minusvalora por el hecho de ser mujer. Que a partir de ahí se le vaya la pinza es otra cuestión.
La autora retuerce con destreza los límites entre mentira y verdad y se pregunta qué somos capaces de hacer para dejar de sentirnos solos.
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