Sinopsis:
Un tirano por el día, un playboy por la noche. Esa es la reputación que precede a Richard VanRyan. Él vive su vida de la manera que quiere, sin importarle las opiniones de otros. No se preocupa ni por nada ni por nadie, y no tiene intención de cambiar su manera de ser. Katharine Elliott trabaja como asistente personal de Richard. Ella le desprecia y no comparte su más que cuestionable ética profesional, pero no tiene otro remedio que soportar y gestionar todas las tareas que Richard le encarga ya que necesita su trabajo para poder subsistir. Hasta que llega el día en el que él le pide algo que Katharine nunca imaginó. Un nuevo acuerdo, con un trabajo diferente: ser su prometida en lugar de su asistente personal.
Todos los géneros literarios tienen sus reglas más o menos estrictas que hay que aceptar y, por supuesto, esto también rige para el romántico. Digo esto porque a las pocas páginas de esta novela, no hace falta ser una lectora muy avezada para saber cómo se va a desarrollar la trama y cómo va a terminar.
¿Resulta en detrimento de la novela? La verdad es que no, porque está bien narrada a pesar de los tópicos, de los que hay en abundancia. Para empezar, ella es un patito feo, menuda, pobre, dulce y, faltaría más, virgen. Él, en cambio, es alto, atractivo, ricachón, cabronazo y mujeriego. Ambos comparten infancias difíciles, una, por falta de dinero, el otro, por falta de amor.
¿Dónde recae la gran mentira que optamos por tragarnos las lectoras del género? En que una mujer así puede cambiar a un hombre así por amor.
Considerados todos esos inconvenientes, lo cierto es que he disfrutado de la lectura. Será que me estoy haciendo mayor.
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