Sinopsis:
Centro de Boston, 24 de diciembre, un hombre camina desnudo con la cabeza decapitada de una joven. El doctor Jenkins, director del centro psiquiátrico de la ciudad, y Stella Hyden, agente de perfiles del FBI, se adentrarán en una investigación que pondrá en juego sus vidas, su concepción de la cordura y que los llevará hasta unos sucesos fortuitos ocurridos en el misterioso pueblo de Salt Lake diecisiete años atrás.
Un día tomé prestado de la biblioteca el libro El día que se perdió el amor. Tras leer varios capítulos, me di cuenta de que no entendía apenas nada. La explicación se debía a que, según la contraportada, era la continuación de otra. Así pues, la devolví, en espera de poder leerlas en orden. La semana pasada me llamó la bibliotecaria para avisarme de que ya podía ir a por la primera parte.
Temía que me decepcionase, aunque el fenómeno editorial que publicitan que ha experimentado lo ponía difícil. Me ha entretenido, la verdad, al tiempo que desesperado. Me explico: su estructura me ha recordado mucho la de las novelas de Joël Dicker, con tantos saltos en la cronología y cada capítulo centrado en un personaje. La mayoría de dichos capítulos terminan en un pico de interés, eso que en inglés llaman cliffhanger. Avanzo hacia el siguiente con el ansia de saber cómo continúa y me encuentro que trata de otro tiempo y otras circunstancias. Dan ganas de saltarlos. Me contuve y no lo hice, de verdad que aguanté y acabé la lectura página tras página. Por supuesto que no cierra todas las tramas, lo que supongo que hará en la siguiente entrega.
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