El domingo por la tarde asistí a este concierto que te comenté. Una de las bandas locales, el Centro Artístico Cultural Virgen de la Paz, ofrecía un programa de bandas sonoras. Para ello se había colocado una pantalla donde se proyectaban imágenes de las películas. Antes de continuar, un inciso: suelo ir a los conciertos de las bandas pero, con mi carencia de formación musical, a veces se me hace pesado, más si interpretan piezas poco populares. En el concierto de ayer se conjugaron dos aciertos para mí: el repertorio era conocido y además tenía el apoyo visual. Miel sobre hojuelas.
La primera parte comenzó con composiciones de Charles Chaplin, entre ellas la inolvidable Luces de candilejas. Continuó con músicas más épicas, como la de Ben-Hur, de Miklos Rozcsa, o la de Elmer Berstein para Los siete magníficos, definitoria casi del sonido del western. A propósito, las imágenes mostradas eran de El regreso de los siete magníficos, que fue rodada buena parte en Agost. De ahí a los sonidos mediterráneos y nostálgicos de El padrino, de Nino Rota y Carmine Coppola (padre de Francis Ford).
Tras un descanso, la segunda parte retomó la épica heroica de Conan, el bárbaro, de Basil Poledouris. De la mano de Ennio Morricone volvimos a emocionarnos con los besos cortados del Cinema Paradiso. A su término, antes de la traca final, Star Wars Saga, vimos que el director de la banda se retiró a toda prisa del escenario. Un músico anunció que aquel no se encontraba bien y que esperaríamos unos minutos a si se recuperaba. Como las caras del resto de los músicos no mostraban preocupación alguna, supuse que se trataría de alguna sorpresa. En efecto, no tardó en aparecer por el pasillo del salón de actos una de las intérpretes disfrazada de Leia huyendo de un Darth Vader, el propio director, que, una vez sobre el escenario, se quitó la máscara para empuñar la batuta para que sonaran los inolvidables acordes de John Williams.
En resumen, entendidos y profanos disfrutamos de un concierto la mar de entretenido que nos supo a poco.
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