Sinopsis:
A través de la mirada de su hija Lluvia, conocemos la vida de Júbilo, quien se encuentra en su lecho de muerte y sin pronunciar una sola palabra. Antes, durante su infancia, que transcurre en los primeros años después de la revolución, se convierte en intérprete entre su madre y su abuela, una española y otra maya, que mantienen una distancia que parece insalvable. Desde entonces, descubre el inmenso poder de comunicarse y, guiado por esta inclinación de traducir y descifrar los sentimientos de los otros, llega a ser telegrafista.
Me ha pasado algo curioso, por no decir alarmante, con este libro. Lo compré junto con una revista y le estuve dando vueltas pensando si ya lo había leído, aunque la sinopsis no me sonaba de nada. Pensé que quizás lo habría tomado prestado de la biblioteca, pero tampoco, que allí lo tienen desde hace poco gracias a una donación. El caso es que empecé con la lectura y, aunque seguía sin recordar nada, no dejaba de pensar en que ese libro me resultaba demasiado familiar. Y me vino una inspiración: miré las estanterías de casa y, en efecto, allí estaba el dichoso libro.
¿Es un síntoma de senectud comprar libros repetidos? De verdad que estoy alarmada.
En cuanto a la novela, es un canto al amor, al deseo sexual más bien, y a la comunicación humana, destacando el poder de la palabra. Las 222 páginas no se hacen pesadas, pese a pecar de un poco repetitivas. Desde luego, me ha gustado mucho más que la última que leí de Laura Esquivel, Mi negro pasado.
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