sábado, 4 de abril de 2020

Gracias, mamá



Como habéis leído en las hermosísimas palabras de mis amigos José Ángel, Carolina y Mari Pau, mi madre falleció el pasado día 2.

A sus 94 años, su salud era estable, con medicación para sus múltiples dolencias, arritmia e hipertensión entre ellas. Se quejaba de la cantidad de pastillas que tenía que tomar, a lo que yo le respondía que les diera gracias porque la mantenían con vida.

Las noticias de que el maldito coronavirus atacaba sobre todo su las personas mayores la acobardaban. Cuando el sábado de la semana pasada la notamos decaída y llamamos a su doctora, le preguntó por cuándo acabaría esta guerra: así la calificó y no le faltaba razón.

La doctora le aumentó la medicación, pero no le hizo efecto, sino que se iba apagando despacito. Como último recurso, había que ingresarla en el hospital, a pesar del riesgo de contagio. Por protocolo del estado de alarma, no se permiten acompañantes ni visitas en el hospital. Mi hermano peleó por que lo dejaran estar con ella. Gracias a Dios, dio con una doctora de urgencias bondadosa que se saltó las normas por humanidad.

La sometieron a la prueba del coronavirus, que dio negativo. No obstante, el doctor que la atendió en planta ya nos advirtió que estaba muy malita para que fuéramos haciéndonos a la idea. El jueves 2, a las cinco de la tarde, acompañada de mi hermano y de mi hermana, se le paró el corazón, cansado de haber amado tanto, a su familia y a todos cuantos tuvieron la dicha de conocerla. Murió tranquila y en paz, con el mundo y con Dios, porque un sacerdote le dio la extremaunción. El cielo la lloró también, pues en ese momento estaba lloviedo.

La desgracia de la situación de confinamiento nos ha impedido acompañarla en el tanatorio y celebrarle el funeral que se merece. Así se hará cuando acabe el estado de alarma. Mientras tanto, los teléfonos de la familia echan humo de la ingente cantidad de llamadas que recibimos para darnos el pésame y recordarnos cuán bellísima persona era mi madre, siempre preocupándose por todos.

Me queda el consuelo de que velará por mí desde el Cielo: si ella no está allí es porque no existe, ya que no hay nadie que se lo merezca más.

La vida sin ella va a ser dura, pero sé que me ayudará y me esperará.

3 comentarios:

Unknown dijo...

La persona de tot el món que més en vol, això vas dir un día. Jo ara li diría, María no pot ni imaginar quant la vol la seua Conchi. Preciós el que has escrit

Unknown dijo...

Una vegada vas dir hui cumplix anys la persona que més en vol de tot el món,parlant de ta mare, jo li diría, María no pot ni imaginar lo que la seua Conchi la vol. Però ella ja ho sap.

Conchi dijo...

Moltíssimes gràcies de tot cor, Nieves.