Porno en Agost

El día 8 de diciembre los “danseros” de cada año leen el pregón de las fiestas del Rey Moro que se celebrarán tras la Navidad. Tal pregón consiste en unas rimas ripiosas donde se reflejan sátiras y cotilleos acontecidos en el pueblo en el último año, algunas con gracia, la mayoría con muy mala leche rozando el delito hablando, por ejemplo, de infidelidades de unos o de defectos de otros. La mayoría de las veces da vergüenza ajena, de verdad.

El viernes una alumna llevó al centro social una copia del pregón y nos quedamos después de clase para leerlo y comentarlo. Entre unas y otras maledicencias me llamó la atención la noticia de que un chaval paisano mío, que aún no habrá cumplido los 30 años, se dedica a actuar en espectáculos eróticos y que se anuncia en Youtube con el ilustrador nombre artístico de Raboneitor. Ninguna de las chicas que me acompañaban lo había visto –o eso me dijeron-, así que me esperé a llegar a casa para buscarlo. Por una vez agradecí que no funcionase bien el ordenador de clase.

Me asistía la creencia, sacada a saber de dónde, de que en Youtube no se mostraban escenas subidas de tono porque se podía denunciar cualquier contenido que pudiese ser considerado como ofensivo. Con la confianza de que me encontraría con alguna promoción tirando a light del modus vivendi de ese chaval, introduzco la búsqueda en el portal. Imaginaos mi carita cuando me encuentro con escenas pornográficas perpetradas por el chico y unas amiguitas o compañeras de trabajo. Me morí de la vergüenza.

Me explico: por supuesto que no era la primera vez que veía escenas del género, que por cierto no es de mi agrado porque está concebido únicamente para hombres, pero esa es una cuestión diferente de la que ahora me ocupa. El problema radica en que, a diferencia de una película pornográfica en la que salen actores y actrices (por llamarlos de una manera) para mí totalmente desconocidos, en esta ocasión estaba viendo practicar sexo de lo más explícito a un chico que conozco de toda la vida, a cuya madre me une cierta amistad pues fue alumna mía. En ella fue en quien primero pensé. ¿Cómo se sentirá esa madre? Quizá esté contenta de que su hijo menor (menuda diferencia con el mayor que a sus 30 años es el colmo de la formalidad con su carrera de abogado) se dedique a lucir en público sus pretendidas habilidades sexuales si eso conlleva que haya abandonado otras supuestas actividades ilegales que se le atribuyen. Sin saber si son ciertas o no, lo que es verdad es que del chico siempre se ha dicho que es un bala perdida. Quién sabe si estas incursiones en el mundo del espectáculo le hacen sentar la cabeza.

Ayer me enteré de que actuó en la fiesta de los Danseros del sábado. No me han sabido (o querido) dar detalles del espectáculo. Puestos a ser positivos, para que se lleve el dinero algún forastero, mejor que se lo gane un paisano.