Sinopsis:
Biopic del extraordinario ascenso, caída y redención de la telepredicadora evangelista Tammy Faye Bakker. En los años 70 y 80, Tammy Faye y su marido, Jim Bakker, pusieron en pie prácticamente de la nada la red de cadenas religiosas más grande del mundo, así como un parque temático, y gozaron de una inmensa popularidad gracias a sus mensajes de amor, aceptación y prosperidad. Pero no pasó mucho tiempo antes de que las irregularidades financieras, las rivalidades e intrigas y los escándalos derrocaran un imperio construido con gran meticulosidad.
No me acaban de decidir si ver esta película porque, como más de una vez he admitido, Andrew Garfield no me cae bien. En contrapartida, está Jessica Chastain, que me parece una de las mujeres más inteligentes y emprendedoras del Hollywood actual.
El personaje que interpreta tan magistralmente, Tammy Faye, era legendaria por sus pestañas indestructibles, su original forma de cantar y su generosidad a la hora de acoger a personas de todo tipo, incluso a los gais en plena epidemia de SIDA, lo que fue muy valiente por su parte.
En España, por fortuna, la figura del telepredicador nos resulta bastante bizarra: los arrebatos religiosos, más o menos místicos, han quedado atrás, y las religiones minoritarias no han adquirido suficiente relevancia como para popularizar movidas así.
Chastain está sublime en un personaje que evoluciona a lo largo de las décadas, lo que comporta un cambio físico. Supuse que estaría nominada al Oscar a mejor actriz, además del apartado de maquillaje y peluquería, y no me equivoqué.
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