sábado, 15 de agosto de 2020

Cómeme el coco, negro



Sinopsis:
Una compañía ambulante de Music-Hall, el “Teatro Cubano de Revista” formado por artistas en el penúltimo escalón de su carrera interpretan una revista musical llamada Cómeme el Coco, Negro.
A raíz de una equivocación (la representación ha empezado una hora antes de lo anunciado) el público llega tarde a la función y, cuando apenas acaba de sentarse en la butaca, el espectáculo finaliza. Los cómicos hacen el bis habitual, saludan y se cierra el telón. Es aquí donde empieza el verdadero espectáculo. La compañía tiene que guardar los trastos rápidamente porque al día siguiente tienen que actuar a 600 kilómetros de distancia. El público no quiere irse y protesta. Entonces, los cómicos sin pensárselo demasiado se disponen a desmontar; y mientras desmontan explican sus intimidades, sus secretos y sus miserias. Se hacen amigos del público y éste les ayuda a doblar cortinas, aguantar al perro de la vedette, a recoger cacharros, a trajinar los baúles, etc. Incluso son invitados a ponerse las plumas y a compartir un bocata de mortadela. Al final, una vez recogido todo, barren el escenario y se van dejando a todo el mundo aún en las butacas.

Cómo han cambiado ciertas cosas en apenas unos lustros. En estos días de corrección política sería impensable un título como el de este espectáculo de La Cubana. No lo vi en directo entonces y he aprovechado que está en abierto en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=tKeMMwlwd50

Siguiendo la tónica de las funciones de esta compañía, la interacción con el público empieza en el momento en que se accede al teatro y continúa hasta el final.

La primera parte de la representación es un homenaje a los espectáculos de revista o de varietés, tan de boga el siglo pasado para nuestros mayores, hoy bastante trasnochados. Desde canciones de inspiración folklórica a las plumas reales de las vedettes o a las figuradas de los bailarines. Sí, las alusiones burdas a la homosexualidad tampoco tendrían cabida hoy en día.

Si hasta aquí no parece un montaje de La Cubana, en la segunda parte aparece el desmadre propio de ellos, donde todos los actores entran y salen en una conjunción milimétrica creando la sorpresa y la hilaridad del espectador. No defraudan.


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