El domingo por la tarde estaba con mis amigas Esther y Loli en la terraza de la heladería. A nuestro lado había un grupo de hombres forasteros. Todos presenciamos un suceso bastante desagradable que a posteriori me hizo reflexionar sobre mi escaso sentido cívico: un hombre, probablemente con una copa de más, estaba discutiendo con su mujer. En un momento dado, la cogió del brazo y se la quería llevar. Ella se zafó y el marido se fue detrás gritándole. La volvió a agarrar y se alejaron dándole él empujones a ella. A todo esto, los presentes en la heladería lo mirábamos con estupor y con miedo de que aquello se fuera de las manos, sobre todo los forasteros que sugirieron llamar a la policía. Uno de ellos se levantó con el móvil en la mano, no sé si llamaría o no. Luego me quedé pensando que a nadie de mis paisanos se le ocurrió dar parte a la autoridad, quizá porque conocíamos a la pareja, de etnia gitana, y sabíamos lo conflictivos que pueden llegar a ser. Me quedé con cargo de conciencia, de verdad. Siempre me he tenido por una buena ciudadana, pero este hecho me reveló que quizá sólo lo soy a nivel teórico, sin dejarme implicar en los acontecimientos. Mi civismo es de chichinabo, en suma.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Lo único que se puede hacer es llamar al municipal, no te vayas a meter tu y que te pegue manporrazos a ti...
Uff, es que no es tan fácil. Yo me quedaría quieta, mejor ignorar aunque es precisamente lo que no hay que hacer.
Yo me quede bloqueada y no supe reaccionar.
Nunca hay que meterse entre medio,pero quiza deberiamos haber llamado a la policia,porque no sabiamos hasta donde hubiera podido llegar el agresor.
Respecto al asunto de la moral cívica, os contaré algo muy similar que me sucedió hace un par de meses. Estábamos mi hermana Mari y yo en el piso que tiene mi padre en la playa de Suances, limpiándole y revisando que todo estuviera en orden para alquilarle, cuando oímos unas voces de hombre y de mujer en la calle. Nos asomamos discretamente a la ventana y vemos a una pareja en plena discusión. Yo me pongo alerta y en tensión, comento a mi hermana que tal vez deberíamos estar preparadas para intervenir o llamar a la policía y va mi hermana y me dice que no, que espere, porque tal vez empeoraríamos las cosas en lugar de mejorarlas. Además, argumenta, si viene la policía, seguro que la chica se pone de su parte. Yo sigo vigilando, las voces suben de tono, de las voces pasan a los gestos y de los gestos a los golpes. Él la tira al suelo, yo tengo el móvil preparado para llamar, ella se levanta y consigue irse, seguida por él. Al final, no me atrevo a llamar.
Bien, ¿qué creéis que pasó? Pues que cuando volvíamos a casa, encontramos a la pareja al pie de la carretera abrazándose. ¿Significa eso que la discusión fue una falsa alarma, que si hubiéramos llamado a la policía hubiéramos hecho el tonto? No, en absoluto, creo que nosotras hicimos mal al no llamar, pero creo también que la persona ha de intentar ganarse su libertad y su dignidad: si ya sabes que estás con un inmaduro que soluciona las cosas a base de gritos y empellones, en tu mano está darle con la puerta en las narices. Porque os aseguro que si hubiera visto que él la había perseguido para seguir maltratándola, sí que hubiera intervenido de alguna forma. Lo que nos hace dudar no es el intervenir o no, sino la oportunidad de nuestra intervención y el papel de la justicia. Si te vas a exponer a una represalia del señor por salir en defensa de alguien que, por las causas que sean, le va a faltar tiempo para hacer las paces con su churri, mejor observar y callar.
Publicar un comentario