Sinopsis:
El 7 de Agosto de 1974, un joven francés llamado Philippe Petit pisó un cable colgado ilegalmente entre las torres gemelas de Nueva York, entonces los edificios más altos del mundo. Tras una hora caminando por el cable, fue arrestado, examinado psicológicamente y encarcelado antes de ser finalmente liberado.
Tras seis años y medio soñando con las torres, Petit pasó ocho meses en Nueva York planeando la ejecución del "golpe". Ayudado por un equipo de amigos y cómplices, Petit se enfrentó a numerosos y extraordinarios desafíos: tuvo que encontrar la manera de burlar la seguridad del World Trade Center, colar el pesado cable de acero y el equipo necesario. Tender el cable entre los tejados de las dos torres, anclar el cable y tensionarlo para soportar los vientos y el movimiento de vaivén de los edificios. El tendido del cable se hizo de noche, en completo secreto. A las 7:15 AM, Philippe comenzó a pasear por el cable a más de 400 metros de altura por encima de las calles de Manhattan.
El documental de James Marsh da vida a la extraordinaria aventura de Petit a través del testimonio de Philippe y alguno de los conspiradores que le ayudaron a crear un espectáculo magnífico y único que se conoció como el "el crimen artístico del siglo".
A diferencia de un elevadísimo número de españoles que proclaman que no se pierden los documentales de La 2, yo apenas veo alguno. No es que me enorgullezca decirlo, antes al contrario, pero es que para mí la televisión va más asociada a entretenimiento, a ficción, que a divulgación. Cierto es que el género documental está en boga, que cada vez son más amenos y atractivos para el gran público, pero no llegan a entusiasmarme.
Así y todo, me animé a ver éste por el reclamo de ser el ganador del Oscar, categoría que siempre he pensado que sólo interesaba a los nominados y a sus familias. Lo cierto es que la historia de este individuo está contada de manera muy cinematográfica, combinando imágenes reales con otras recreadas y entrevistas a los personajes que participaron en tal odisea. Peripecia que demuestra que los deportes de riesgo ya estaban inventados mucho antes del puénting y similares.
No se me hizo nada pesado, lo que es todo un logro en mi caso.
1 comentario:
Supongo que aquí lo que cuenta más es el espíritu de aventura y de desafío a lo establecido.
Me recuerda a su aventura gemela: la del chico alemán que unos diez años después hizo aterrizar una avioneta en medio de la plaza roja de Moscú. La prueba de que la distensión ya había empezado de algún modo es que los Migs no le derribaron. Eso o que sencillamente nadie le detectó, lo cual apunta en realidad en la misma dirección: el telón de acero estaba cayendo porque la URRS se desmoronaba internamente. En todo caso, son gestas que nos hablan de cómo individuos aislados ponen en evidencia y a veces en ridículo a los grandes mastodontes institucionales. Por eso, más allá de la temeridad o simple estupidez que pueda haber en esas aventuras la gente las mira con simpatía. Nos recuerdan que los gigantes pueden tener pies de barro.
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