martes, 11 de julio de 2017

Pilgrimage




Sinopsis:

Una pequeña banda de monjes católicos mantiene una rutina solemne en una remota costa irlandesa. Entonces llega un extraño. Viene vestido con las ropas blancas de la orden cisterciense, con papeles y exigiendo lo impensable. Los irlandeses no tienen cabida para discutir. "Roma ha hablado", dice el cisterciense. "No hay debate". Viajando por un campo irlandés del siglo XIII lleno de clanes en guerra y conquistadores normandos, los monjes llevan la reliquia más sagrada de su tierra a Roma. La peregrinación ofrece al joven miembro del grupo una lección profunda, de fervor religioso y salvajismo de hombres que se ven a sí mismos como soldados con una causa, que centran su ambición en un objeto único y poderoso.

Más de una vez os he hablado de unas amigas que adoran a Richard Armitage y que me tienen informada de todos sus proyectos. Como el caballero lo vale, acabo por ver la mayoría de sus trabajos. Así, la película que nos ocupa, que no ha llegado a cines, la busqué en cuanto supe que se podía ver en plataformas digitales, a sabiendas de que no tendría subtítulos. Hala, a pelo: quién dijo miedo. Por supuesto que no lo entendí absolutamente todo pero capté bien la trama, lo que me alegra, pues no pierdo comprensión oral.

Llegamos a la historia a través de la inocente mirada del joven novicio (me recordó a El nombre de la rosa) interpretado por Tom Holland, de quien me declaro fan: no hace mucho volvió a El hormiguero y es un encanto de chaval, aparte de muy polivalente.
 

Con él pasamos de una pacífica comunidad cristiana a la confrontación sangrienta por una reliquia que llevar a las cruzadas, una muestra de guerras de religión que siempre han escondido luchas por el poder. Lástima que, siglos después, aún cierta parte de la humanidad siga escudándose en Dios para matar. No aprendemos.
 


No es de extrañar, pues, que nos encontremos con escenas realmente violentas, a cargo de los villanos. Las películas ganan con un buen antagonista, y aquí cuentan con uno de envergadura, el susodicho Richard Armitage. Qué presencia la suya, a pie o a caballo. Si su vozarrón hablando en inglés impone, en francés, pone, ya me entendéis.
 

Hormonas aparte, es muy convincente la recreación histórica, las precarias condiciones de vida de la época (¡qué poco valoramos lo que tenemos!) y la manipulación de la religión.


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