Sinopsis:
Peter Laurence es un político hecho a sí mismo, energético y carismático, que ocupa un alto cargo en el gobierno conservador del Reino Unido. Pero su vida pública y privada se está cayendo a pedazos o, más bien, sus enemigos están intentando hacerle caer. Cuando comienzan a aparecer historias comprometedoras suyas, Peter, con una vergonzante falta de culpabilidad o remordimiento, echa a caminar por la cuerda floja que separa la ruina de la gloria.
No está mal esta miniserie de cuatro episodios. Entre los bastantes subtemas que trata se halla la disección de la clase política, al menos la británica, aunque dudo que se diferencie mucho de la española. El poder que emana de la política lo hace incompatible -al parecer- con la honestidad y la equidad. Como prenda, han de pagar la exposición pública, presente y pasada, de todos sus trapos malolientes suyos y de los seres que forman parte de su vida. Junto a esto, la jungla de traiciones y jugarretas entre los miembros de esa clase política, tanto de la oposición como del mismo partido, desde las altas esferas hasta los chupópteros que los rodean.
A su servicio, el buen hacer de Hugh Laurie, a pesar del peinado tan raro que le ponen, que se le ve el cartón según la postura, mientras que en otras ni siquiera se sospecha la calvicie.
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