viernes, 26 de agosto de 2022

Voy a pasármelo bien

 


Sinopsis:

Valladolid, 1989. David y Layla acaban de empezar Octavo de E.G.B. y a ambos les encanta el grupo “Hombres G”. También se gustan mucho entre ellos, pero como a David le aconsejan tan mal sus amigos, todas las cosas que hace para conquistarla terminan siempre siendo un fracaso. A pesar de todo, los dos se hacen inseparables y siempre se lo están pasando bien. Muy bien.

Valladolid. Poco más de treinta años después. David y Layla no se han vuelto a ver desde finales de los ochenta, pero nunca se han olvidado el uno del otro. Layla es directora de cine y ha ganado un Oscar. La vida de David, en cambio, ha sido más normal sin fama ni premios. Cuando Layla vuelve a la ciudad para recibir un homenaje, ambos pasarán juntos una semana en la que se dan cuenta de que los niños que fueron no han desaparecido del todo.


El sábado tenía mono de cine o quizás más bien del ritual de coger el autobús, ir al centro comercial (por cierto, no noté ninguna diferencia de temperatura, según las disposiciones de la ministra), hacer alguna comprita y ver una película. Por encaje de horario, entré a ver Voy a pasármelo bien, la comedia musical hispano-mexicana en torno a canciones de los Hombres G. A pesar de lo que pueda parecer, no es un musical: hay canciones y bailes, sí, pero están tan bien colocadas que no molestan a los detractores del género. Las coreografías tienen un toque de flashmob que les dan cierta organicidad. 



Es una comedia romántica dividida en dos tiempos, con más encanto y proximidad la de los chavalitos que viven el poder de la amistad y el primer amor en los años ochenta. Maravillosos los jóvenes actores, bien elegidos para corresponder con sus personajes adultos, excepto el protagonista, tan mono que no se comprende cómo degenera en Raúl Arévalo. Nostalgia, humor blanco y canciones que canté a grito pelado amparada en el sonido de la sala, no pido más para una tarde de verano. 

Acabado el año de cine gratis que gané, me tocó pagar la entrada. Pregunté si había descuento para personas con discapacidad motora, habida cuenta de que no ocupo butaca. La taquillera se deshizo en disculpas porque solo tenía descuento para donantes de sangre (no es mi caso) y mayores de 60 años (tampoco), sobre todo cuando le recordé que tal descuento sí existe en otros cines, lo que ella ya sabía. "¿Sabe qué? Usted es hoy donante de sangre". Pues muchas gracias. 



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