Sinopsis:
La confrontación con uno de los más grandes mitos europeos inspira a Pandur para revivir y reinterpretar la leyenda de Fausto, con la creación de un espectáculo en el que se disecciona la psicología de Fausto, sus temores y su soledad, su amor y su pasión. Al comienzo, Heinrich Faust, en la cima de su fortaleza intelectual pero también en la cima de su desesperación, se encuentra al borde del suicidio, se siente completamente perdido. Y querría sentir un momento en el que pudiera decir: "¡Detente pues, eres tan bello!.
Pero ¿cómo y dónde encontrarlo, y sentirlo, dónde se esconde?
En este momento desesperado y suicida, entramos en el paisaje interior de Fausto en un abrir y cerrar de ojos, en las partículas de su mundo real e imaginario, en su búsqueda de un momento perpetuo de alegría y realización.
Su búsqueda es nuestra búsqueda. Una búsqueda que nunca termina.
Estaba
avisada de que el sábado de mi fin de semana en Madrid llovería, de modo que el
mejor plan sería a cubierto.
Me rondaba ver Fausto porque admiro profundamente a Roberto Enríquez, su
protagonista. Este blog es testimonio de ello. Sin embargo, me enfrentaba a dos
problemas: primero, las características de la obra, tan filosófica y profunda,
no la hacía adecuada para mi hermana ni mucho menos para el grupo de las Amas
de Casa, que se habrían aburrido como ostras; y segundo, el Teatro Valle-Inclán
se halla bastante lejos de la Gran Vía, donde me hospedaba, por lo que
descartaba que mi hermana me llevase y me recogiese a la salida.
Días antes
de la partida, mi amiga Carolina se animó a bajar desde Cantabria para
encontrarnos en la capital y con ella vi el cielo abierto para la consecución
del plan. Todos los preparativos se hicieron a última hora y, sorprendentemente
y a pesar de la lluvia, salió bien.
Fuimos en taxi, nos tomamos un piscolabis donde vimos a Raúl Cimas y conocí a
uno de los hermanos de Carolina y su esposa que nos acompañaron al teatro.
En cuanto a la obra en sí, no admite medias tintas: o el espectador se sumerge en ella o se desespera de incomprensión. Admito que, acostumbrada a modalidades teatrales más ligeras, tardé más de un minuto en entrar en una trama tan densa, tan condensada de pensamientos. Una vez traspasada la cuarta pared, resultó más inteligible. A la inmensa labor de los actores (pero inmensa, inmensa), ayudan todos los elementos escénicos, las paredes móviles, los volúmenes, las proyecciones, el estallido de manchas rojas que quiebran la monocromía, el agua que se derrama, los cánticos y poemas en distintos idiomas, el incienso que implica el olfato en la experiencia sensorial y la enriquece aún más si cabe. Llega a ser una experiencia hipnótica que no cesa ni en el descanso, cuando los empleados de Mefistófeles se mezclan con el público leyéndonos versos de la obra de Goethe.
Cuánto me alegré de haberme enfrentado a la representación y no haberme arrepentido de ello. Inconmensurable.
1 comentario:
Gran obra, los actores impresionantes, nuestro querido Roberto, ha hecho un gran trabajo y el resto del elenco también.
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