El miércoles pasé toda la mañana en el hospital para la revisión semestral con el neumólogo. Entré a las 11 y salí a las 2, y lo raro del caso es que los momentos de espera entre una consulta y otras apenas se dilataron. Primero tenía la radiografía torácica. Mientras esperaba vi a dos tiarrones de la policía nacional que llevaban esposado a un hombre al que escoltaron a radiología. Me dio un poco de yuyu, pero los agentes del orden estaban para dejarse cachear.
Aun faltando una hora para la consulta de neumología, se nos ocurrió subir por ver si por casualidad me atendían. Efectivamente, las enfermeras no tenían a nadie y empezaron la batería de pruebas. La primera, la más dura, la gasometría. Ya avisé a la enfermera de cuánto cuesta que me encuentren la arteria para la extracción de sangre. La pobre señora, sabedora del dolor que infligía, ponía un cuidado extremo, lo que le agradecí sobremanera. Pese a que fueron necesarios dos pinchazos, el daño fue menor que en otras ocasiones. El resto de las pruebas, destinadas a medir la capacidad pulmonar, consisten en soplar y toser, o sea que no hay dolor.
De allí a la consulta con el especialista. Me dijo que tanto la radiografía como las demás pruebas habían salido bien, me hizo las habituales preguntas sobre mi salud y, sin nada relevante, me dio cita para diciembre. “No le quiero ver antes”, le solté para despedirme. Dicho así, parece feo, pero el doctor sonrió sabiendo que me refería a una hospitalización como el año pasado.
El jueves por la tarde fue el turno de la mamografía. Creo que la viñeta de arriba describe la situación por la que tenemos que pasar las mujeres y que los hombres no soportarían. En fin, todo sea por la salud. Ahora, a rezar para que no salga ninguna complicación.
2 comentarios:
Ya estoy al tanto, como te prometí.
Asumo que no soy un amigo al uso, quizás sería más apropiado escribir...en desuso.
Me alegro que hayas superado la ITV.
Hasta pronto, Conchi!!!
Hasta cuando quieras, Márian. Esta es tu casa.
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