El día 9 por la noche tuvo lugar un acto de lo más divertido. A principios de la semana anterior, tres Guapetonas y yo nos inscribimos online en la ruta de El misterio de la esfinge e ingresamos siete euros cada una, aún no sabíamos por qué. Resultó ser una combinación de la ruta de la alfarería y la de las campanas, pero teatralizada. Actores locales iban interpretando escenas en lugares emblemáticos mientras nos explicaban la historia de Agost.
Por si esto no fuera bastante entretenido, cuando llegamos a lo más alto del pueblo, a la entrada de la ermita de San Pedro nos encontramos con mesas largas primorosamente preparadas dispuestas para la cena con productos típicos nuestros: cocas, pan con aceite y tomate, lomo, patatas fritas, cascaruja, uva y buñuelos. ¡Menudo festín! Encima, la noche era tranquila y no soplaba el viento.
Pero aquí no acabó la cosa, porque quedaba un escape room para hallar las esfinges perdidas. Aunque estaba dirigido más bien para niños, cierto es que los mayores también participamos y lo pasamos en grande.
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