jueves, 27 de octubre de 2022

La jaula de las locas

 


Sinopsis:
La apacible vida de pareja de Albin y Georges, propietarios del club nocturno “La Cage aux Folles” de Saint Tropez, se ve totalmente alterada por una noticia inesperada. Jean Michel, el hijo de Georges, se va a casar con la hija de un diputado ultraconservador, acérrimo defensor de los valores más tradicionales en la vida familiar. El encuentro explosivo entre dos familias tan distintas desata una divertidísima comedia llena de amor y de situaciones delirantes.


El viernes 21 las Guapetonas Paqui, Loli, Rosa, la madre de esta y servidora  teníamos entradas para la sesión de las 17:00 del musical La jaula de las locas. Nuestro plan era salir en el bus de las 15:30, conscientes de que llegaríamos al Teatro Principal justísimas de tiempo, porque desde donde para el autobús hasta el teatro hay un buen trecho. Pasados diez minutos de la hora prevista, el bus no había aparecido, por lo que entré en pánico. Así que llamé a Pedro para que nos llevase en la furgoneta. Menos mal. 

Cuando voy al teatro, normalmente compro una entrada de visibilidad reducida y me quedo tras la última fila de platea. Me resulta, pues, más económica. Esta vez me dieron la opción de ir a un palco al que se accede por la entrada de artistas sin obstáculos. La entrada es cara, pero ¡menuda diferencia! Qué maravilla estar a pocos metros del escenario y ver las expresiones de los participantes. Mis amigas me acompañaron allí antes de ir a sus localidades, que también eran de las caras. Se me ocurrió consultar al acomodador si el resto del palco estaba vendido. Al responder que no, pregunté si ellas se podían quedar conmigo. Como el precio era el mismo, no hubo problemas. En compañía, se disfruta todo mejor. A partir de ahora, no vuelvo al Principal si no es al palco, aunque me cueste más caro. 

Una vez empezó la función, admito que tuve una pequeña desilusión al ver que no actuaba Àngel Llàcer. Al parecer, cuando hay sesión doble, solo trabaja en la segunda. A los pocos minutos se me olvidó porque la labor del actor protagonista, Ivan Labanda (en catalán no lleva tilde) es impecable en todos los sentidos, incluso en la improvisación y la interacción con el público. La función es un canto a la tolerancia, al amor y a la joie de vivre. Más allá del libreto, introducen morcillas localistas que el público aprecia y aplaude a rabiar. Tremendo que el teatro entero cantando a voz en grito La manta al coll, la canción alicantina por excelencia. Tampoco faltan chascarrillos patrios: el colmo fue ver al personaje que interpreta al político ultraconservador homófobo caracterizado como el líder de Vox. En suma, me harté de reír y hasta de cantar. Qué bien me sentó. 

Luego cogimos el autobús de San Vicente donde nos recogió Pedro. 



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