viernes, 19 de diciembre de 2008

Tenerife (2ª parte)


Os hablaré de los lugares que visitamos y que estuvimos en un tris de perdernos. Ya sabía que las excursiones no estaban incluidas en el precio. Lo que no imaginaba era que, debido a que una cuarta parte del grupo no quiso apuntarse a ellas, casi no se llevan a cabo, lo que me habría sumido en tremendo disgusto: una semana en el hotel sin más salidas que pasear por los alrededores y me vuelvo loca. Existe una explicación para ello: del grupo la más “deteriorada” era yo. La mayoría podía caminar por su propio pie, algunos con muletas o bastones, y los que iban en silla de ruedas manual podían incorporarse lo suficiente para transferirse a otro asiento, por lo que preferían alquilar un coche o tomar las guaguas de línea, transportes más baratos que las excursiones ofertadas. Al final, con negociaciones de los monitores con la empresa de guaguas adaptadas y pagando un poco más sobre el precio previsto, pudimos salir de excursión tres días. Lo malo es que fueron consecutivos, con tal de evitar el fin de semana que lo encarecía, lo que lo convirtió en agotador.

Por supuesto, no podía faltar la visita al Teide, la cumbre más alta de esta nuestra patria. Para que disfrutásemos del paisaje, el conductor nos llevó por unas carreteritas estrechas donde apenas cabían dos vehículos, repletas de curvas y rebordes, cada vez más y más empinadas, tanto que daba miedo mirar por la ventanilla y ver los precipicios que se extendían a nuestros pies. La altitud empezó a causar estragos entre los excursionistas: a mí se me hincharon los pies, a otros les dolía la cabeza y hubo quien se sentía mareado. A pesar de todo, valió la pena contemplar la majestuosidad del volcán y las formaciones rocosas que lo rodean. Lo que me extrañaba era que no recordaba nada de cuando estuve allí en 1997, acompañada de mi madre, mi hermana y mi cuñado. Si no fuera porque tengo fotos que lo atestiguan, diría que era la primera vez que estaba al pie del Teide. Qué extraños mecanismos tiene la memoria.


Acabada la visita, subimos a la guagua para dirigirnos al Puerto de la Cruz, cuando el conductor observa que la puerta del vehículo no cierra bien debido a un problema con la plataforma elevadora. Ya tienes a todos los hombres ejerciendo de mecánicos amateurs y colaborando a su manera. Ni modo. Hasta que no llegó el mecánico, más de una hora después de desesperante espera, y la arregló no pudimos reemprender el camino. A todo eso, se había pasado la hora de comer y el personal estaba desmayado.


En el Puerto de la Cruz hacía una tarde la mar de desapacible y ventosa que apenas nos permitió dar una vuelta. De regreso al hotel pasamos por localidades y parajes pintorescos de gran belleza sin duda pero cuyo nombre no retuve pues no bajamos. Pedro se hinchó a tomar fotos desde el autobús. Al cabo de los tres días, a las excursiones las llamaba “la ruta de los cementerios” ya que pasamos al lado de muchos de ellos.


El segundo día de excursión nos dirigimos a Candelaria, un pintoresco pueblo a orillas del Atlántico donde destaca una iglesia muy bonita que acoge a la patrona de los canarios, enmarcada en una plaza custodiada por estatuas de los míticos héroes guanches que, si se asemejaron a su recreación, la verdad es que estarían la mar de macizos.



De allí a la capital, Santa Cruz de Tenerife, en cuyas principales calles comerciales nos dejaron para que nos gastásemos los euros.


Sin bajar de la guagua seguimos viendo pueblos y paisajes preciosos, como el valle de La Orotava y el famoso Drago milenario.

2 comentarios:

Mari Pau dijo...

Bonitas fotos y reportaje. Yo estuve allí hace por lo menos 20 años y me acuerdo bastante de las cañadas del Teide, la Orotava, Icod de los vinos, la isla de la Gomera... Bonitas islas.

ana dijo...

Y nosotros aquí con tanto frio.