El BCE anunció hace unos días que retirará el billete de 500 euros progresivamente.
Según afirma su presidente, Mario Draghi: "El billete de 500 es un instrumento para las actividades ilegales". Y se ha quedado tan ancho. Los recientes papeles de Panamá han demostrado que el lavado de dinero se practica hoy en día a través de empresas fantasmas y sin necesidad de contante.
Al principio de la implantación del euro, en España se les denominaba “Bin Laden” porque nadie los había visto. He de confesar que yo sí, ya que con ellos pagué la entrada de mi piso. ¡Ojo! Todo legal, ¿eh?
No puedo decir que los voy a echar de menos puesto que no tengo. Ojalá.
1 comentario:
Pues nada que no se han llevado a capazos los ahora condenados billetes de 500. Cada día nos vamos enterando un poquito más de los latrocinios, cada día se enfoca un rinconcito de esta cueva de Alí Babá, de esta caverna de Platón donde estábamos viviendo convencidos de que era, si no la Cueva de las Maravillas, sí la de la Modernidad. Aunque no sé de qué nos quejamos: ahora será más difícil llevarse los dineros de la infamia en cómodos maletines con destino a Suiza o Panamá, pues van a dejar de imprimir los binladens y Suiza ya no es lo que era, en tanto que Panamá no tardará en quedarse obsoleto como codiciado destino de las rapiñas y escaqueos varios.
No, las cosas están cambiando: el dinero será electrónico y, en lugar de tener como intermediarios o destinatarios a políticos casposos, bufetes de relumbrón y decrépitos aristócratas “despistados”, la riqueza expoliada (legalmente, eso sí) viajará sin freno por la nube o a través de los procelosos abismos de la Internet profunda, a salvo de gobiernos que quieran su parte y (con suerte) la nuestra, a salvo de intelectuales que argumenten que el sistema no es sostenible sin una mayor redistribución. Si acaso, el flujo de las divisas recalará temporalmente en nuevos y rentables caladeros, como Hong Kong, Pekín tal vez, o volverá a la city de Londres, más que nada porque hay tradiciones que pesan mucho, que son como un ancla necesaria en un entorno que de otro modo sería tal vez demasiado volátil.
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