domingo, 16 de octubre de 2016

Cena de quintos



Como cada último viernes de septiembre, tuvo lugar la tradicional cena de quintos en el restaurante de una miembro de dicha gloriosa quinta. Ni que decir tiene que tanto los entrantes como el plato principal, al igual que la tarta nupcial, estaban de rechupete. Por 25 € incluía barra libre y DJ, todo un lujo. Sí, tarta nupcial, habéis leído bien. Luego lo explico.





Esta vez acudimos 33, bastantes más de los que me figuraba, y es una alegría reunirme con personas tan agradables, algunas de las cuales no suelo ver a menudo. Nada más entrar, me sorprendió la distribución de las mesas, dos en paralelo y otra más pequeña pegada a la pared de cara a las demás, como si se tratase de la disposición para una boda. Lo que siguió mosqueándome es la ausencia de seis elementos masculinos del núcleo duro, los mismos que hace unos años nos ofrecieron una memorable actuación disfrazados de Village People.


Era evidente que algo se cocía aunque uno de ellos me había jurado y perjurado días antes que no estaban preparando una sorpresa. Mentira y de las gordas, como pronto se reveló, en el momento de oír una traca que anunciaba el cortejo nupcial.



Primero el niño (un quinto de poblado bigote) que portaba las arras, seguido por los padrinos (pedazos de tacones que llevaba la “madrina” y peluca inalterable) para dar paso a los novios. En este caso, la peluca rubia de la novia no casaba mucho con la barba; aparte de eso no le faltaba detalle, liga incluida, como vimos después.



Por supuesto, no podía faltar el cura/obispo/vaya usted a saber, para bendecir tan sagrada y emotiva unión, con una ceremonia regada por lágrimas, de risa y de sentimiento por esos quintos tan inmensos.


¡Si incluso los padrinos repartieron regalitos! Para los caballeros, unos llaveros muy chulos; las señoras teníamos más variedad, a escoger entre broches, anillos y diademas, todo rematado por hermosos penes, cómo no.



Conociendo la innata discreción y elegancia de vuestra amiga, no os sorprenderá que eligiese la diadema. Menos mal que me acordé de quitármela al irme.


En resumen, que me lo pasé en grande y desde aquí os pido que os unáis en mi vítor ¡’Viva la quinta del 64!


2 comentarios:

Nina dijo...

Dios!! Que fiestaza! Yo quiero una como esa que voy necesitando darme un pequeño pero glorioso homenaje. Viva la quinta del 64!!

carolina dijo...

¡¡Menuda marcha y qué sano pitorreo os traíais!! Así da gusto salir. Un acontecimiento con ese es lo mejor para desintoxicar las neuronas y debería recetarse como una cura para el estrés y el bajón otoñal. ¡Bien por los organizadores!