Me habían dicho que Badajoz no era muy interesante de ver. Cierto que su casco histórico no es tan destacado como el de Cáceres, por ejemplo, pero no me arrepiento de haber ido la mañana del día 7, y eso que no pude acceder a la Alcazaba.
Esperé al grupo en una terraza de la Plaza Alta. Su gran cercanía al Alcázar y a la Puerta del Capitel haría posible que en este espacio se asentase el zoco o mercado.
El Palacio Municipal de Badajoz se construye en el siglo XVIII. Exteriormente el edificio es de gran sencillez decorativa, pero de acusada elegancia y armonía.
En la Plaza de la Soledad posamos las Guapetonas, porque nos hizo gracia, ante una estatua del gran “cantaor” flamenco Porrina de Badajoz, que mira eternamente hacia la ermita, en recuerdo de las noches de Semana Santa en la que el artista lanzaba saetas apasionadas a la Patrona de Badajoz.
La Giraldilla es una réplica a escala de la Giralda de Sevilla, no se encuentra muy lejos.
La Puerta de Palmas es el símbolo y emblema de Badajoz. Era la puerta de entrada más importante de la ciudad, donde se encontraba el control de aduanas, y en el siglo XIX fue cárcel real. Su aspecto es el de un arco del triunfo, con dos enorme torreones circulares almenados a ambos lados del cuerpo central.
Mi hermana y yo teníamos un particular interés en visitar la Catedral de San Juan Bautista, ya que allí está enterrado un pariente lejano de mi padre, José María Alcaraz y Alenda, que fue obispo de Badajoz. De hecho, mi padre y mi abuela se desplazaron hasta allá para su entierro.
Al dar a conocer este dato al señor que vendía las entradas, nos encendió la luz de la capilla y nos hizo de guía por la catedral.
Y esto es lo que dio de sí la mañana en Badajoz.
1 comentario:
Muy bien! Y las terrazas de las plazas son estupendas para tomarse algo.
Publicar un comentario