martes, 19 de septiembre de 2017

Mérida




El día 5 lo dedicamos enteramente a Mérida, ciudad romana fundación del emperador Augusto, que fue una de las más importantes del Imperio. Me emocionó conocer la antigua colonia Emérita Augusta, capital de Lusitania y pasear por lugares que existen desde hace dos mil años.




La primera aproximación a la ciudad fue con un tren turístico cuyo último vagón era accesible a sillas de ruedas. Nos vino de perlas para recorrerla a salvo del sol plomizo.




Erigido en el 8 a.C. como atestiguan las inscripciones halladas en sus tribunas, el Anfiteatro sirvió de escenario para espectáculos muy populares: los juegos de gladiadores, las cacerías de fieras y la lucha entre animales salvajes en escenarios artifíciales que recreaban bosques, selvas con lagunas o desiertos, todo ello sobre las grandes tarimas de madera que formaban la arena. La cabida aproximada de este coso gigantesco era de entre quince y dieciséis mil espectadores.



Llamadme tonta si queréis, pero estaba verdaderamente emocionada de contemplar un pedazo de Historia.



El Teatro fue construido ya en el 16-15 a. C., remodelado varias veces en los siglos I y IV. Poseía una magnífica escena, de mármol, dotada de elementos ornamentales y esculturas de alto valor. Existía un pórtico, con jardines y una capilla de culto imperial. El circo estaba próximo a los dos edificios de espectáculos aludidos. Tiene 400 m de longitud, 100 de ancho y había capacidad para 30.000 espectadores. Lástima que cuando fuimos se encontraban operarios preparando un acto del día de Extremadura, que sería el viernes siguiente, y por ello se ven esos elementos molestos.




El Templo de Diana en realidad se trata de un templo de culto imperial ubicado al fondo de una gran plaza. De ella se conservan aún lastras de mármol de su pavimentación así como los muros que la delimitaban, también los dos estanques que flanqueaban al edificio.





No podía faltar el Museo Nacional de Arte Romano, que, con sus colosales dimensiones, con el uso reiterado del arco de medio punto y con el empleo de ladrillo y hormigón,  recrea los grandes edificios de la tardorromanidad. En su interior podremos admirar una de las mejores colecciones de escultura romana y de mosaicos de la  península. A través de la visita a sus salas comprenderemos cómo funcionaba una gran ciudad romana y cómo desde ésta se administraba una vasta provincia, la más occidental del Imperio Romano. 



También visitar este Museo nos permite acercarnos a  los más variados aspectos de la vida diaria de los primeros emeritenses. Su cripta alberga, entre otros vestigios, restos de viviendas extramuros decoradas con interesantes pinturas así como algunos enterramientos.




De la ciudad más moderna, aquí estamos en la Plaza de España, con su fuente neobarroca de mármol de finales del XIX.




Alberga diversos edificios, como la Casa Consistorial.




O el Palacio de La China, abajo.

En resumen, me encantó Mérida. No me importaría volver en el futuro, aunque mejor sin tanto calor.



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