martes, 19 de febrero de 2008

Crónicas cordobesas (1ª parte)











La Asociación de Amas de Casa de Agost, a la que pertenece mi hermana, suele organizar viajes. Nunca había ido con es ya que no contaban con un autobús adaptado para mí. Esta vez la agencia de viajes se comprometió a suministrarlo. En principio me iba a acompañar Pedro, pero prefirió quedarse en casa, más que nada porque ese tute de visitas no va con él. En total, éramos veintidós personas, la mayoría matrimonios y algunos desparejados.

Salimos a las 11.45. El conductor del autobús debió de pensar que transportaba un grupo del Inserso puesto que de banda sonora nos puso los grandes éxitos de Manolo Escobar, Pimpinela y similares. Menos mal que me llevé un libro cuya lectura me ayudó a abstraerme de la tortura que sonaba por los altavoces. Paramos a comer y más adelante a por un tentempié y estiramiento de piernas. Del paisaje destacaré el granadino de Guadix cuyas cuevas le dan un aspecto lunar, y el cordobés: olivos y más olivos hasta donde alcanzaba la vista.

Tras casi ocho larguísimas horas de trayecto, nos instalamos en el hotel y cenamos (teníamos pensión completa). Pese al cansancio, no rechazamos la sugerencia de la guía, una pizpireta joven almeriense residente en Granada, de acercarnos al centro, a unos veinte minutos a pie, a ver los monumentos iluminados. Ya la primera impresión de la ciudad fue favorable, lo que se vería corroborado y aumentado a la mañana siguiente. Aunque ya habíamos cenado, la gente quiso entrar a un restaurante típico a tomar algo al tiempo que descansaba los pies del largo paseo. Nosotras probamos el pastel cordobés, que se prepara con hojaldre relleno de cabello de ángel. En general, los trabajadores de la hostelería son amables, más acentuado por su gracejo andaluz, en especial un camarero guapetón que se parecía al torero Cayetano Rivera Ordóñez. No fue él quien nos atendió al principio pero no cejé hasta hablar con él y comprobar de cerca el parecido.
La primera visita del sábado, cómo no, fue a la única, maravillosa Mezquita, el monumento más esplendoroso de la etapa musulmana en todo Occidente. Su construcción fue iniciada en la época en la que Abd-al-Rahmán constituye a Córdoba como capital de Al-Andalus, en el año 785. sobre la planta de una antigua iglesia dedicada a San Vicente, y ampliada en sucesivas etapas por Abd-al-Rahmán II, Al-Hakam II y Almanzor. Ocupa un espacio de 24.000 m2, siendo su interior un auténtico bosque de columnas y arcos donde destaca el excepcional y admirable Mihrab con inscripciones del Corán en oro y ricos mosaicos. También acoge la Mezquita, desde el año 1523, a la Catedral cristiana, construida tras la reconquista junto a otras capillas laterales. Destaca el impresionante Retablo Mayor, el Retablo Barroco, la sillería del coro labrada en caoba, y el Tesoro de la Catedral compuesto por joyas de incalculable valor, entre las que destaca la Custodia de Arfe.

Qué podría añadir sin sonar como un folleto turístico de este sin par monumento... A pesar de haberla visto infinidad de veces en fotos o en televisión, me quedé impresionada, empequeñecida por tanta belleza. El guía local daba explicaciones acertadas mientras nos llevaba a matacaballo de sitio en sitio para no perder el tiempo. Con todo, una hora me pareció insuficiente para disfrutar de tantas obras de arte que contiene.

1 comentario:

ana dijo...

Buen viaje, pero muy rápido para un fin de semana