jueves, 5 de octubre de 2017

Évora



Me ilusionaba volver a tierras portuguesas y visitar la ciudad de Évora, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986. Allí nos dirigimos el 8 de septiembre.
Me temo que me decepcionó, no solo por el dichoso empedrado irregular y las cuestas, tan recurrentes en el viaje, sino porque, sin razón lógica, me esperaba algo más.


Visitamos la iglesia de San Francisco, de arquitectura gótico-manuelina.

Subimos empinadas calles para ver el Templo de Diana, uno de los emblemas de la ciudad. Cuál sería mi decepción al encontrar una tupida red que lo cubría pues lo están restaurando.


Tras comer opíparamente en el bufé de un hotel a las afueras, regresamos para ver lo que me pareció más fascinante e impresionante: la Capilla de los Huesos

Esta pequeña y discreta capilla es en realidad el lugar de descanso final de cientos de cadáveres, todos ellos exhumados de los cementerios de la ciudad durante el siglo XVI.


La entrada principal de la Capilla de los Huesos da la bienvenida a los visitantes con una visionaria inscripción en portugués, cuya traducción es:
“Nosotros, los huesos que aquí estamos, por los vuestros esperamos.”


Al entrar en el interior de la capilla, sentí un escalofrío al ver que hay más de 5000 huesos humanos incorporados a cada aspecto del interior, desde el suelo al techo.


No puedo entender que bastantes paisanos míos no la visitasen por no pagar los 3 euros de la entrada.

Abajo, los típicos azulejos portugueses.


1 comentario:

ana dijo...

Es que es curiosa y original.