Sinopsis:
Serie creada por Francisco Ibáñez y formada por historietas de una página que nos muestran a los vecinos de un destartalado edificio en diferentes situaciones cómicas, con un chiste-viñeta dedicada a cada vecino.
Me lo he pasado pipa con una recopilación de historietas de 13, rue del Percebe que tanta compañía me hizo en la infancia y con la que tanto me reí.
Cómo se nota el cambio de la sociedad a través de sus inolvidables vecinos: en el ático vive un moroso de mucho cuidado que siempre se las ingenia para que sus acreedores las pasen canutas y un gato y un ratón que se han intercambiado papeles y es el ratón el que tortura de todas las maneras al gato. En el tercer piso vive el caco más torpe del barrio, un especialista en robar cosas inútiles, y unos terribles niños gamberretes que traen por el camino de la amargura a su madre. En el segundo, una anciana que siempre tiene problemas con sus animales de compañía y un sastre bastante desastroso. En las primeras entregas, el piso del sastre estaba habitado por un científico loco, con monstruo incluido, que luego abandonaría el edificio a instancias de la censura porque “solo Dios puede crear vida”, y durante algunas entregas vemos como la portera lo va enseñando a nuevos inquilinos potenciales. En el primer piso vive un veterinario que está siempre en apuros con sus "clientes" animales y la dueña bastante rácana de una pensión muy particular. En la planta baja conviven un tendero bastante caradura y timador y la portera del edificio. Y por último, tenemos el ascensor del edificio, fuente continua de anécdotas, y un pobre que vive en el agujero de alcantarilla que hay delante del edificio.
Repasados los personajes, me da la impresión de que regresamos a aquella miseria, a la picaresca –nunca abandonada, solo evolucionada-, a los compartimentos estanco y al sálvese quien pueda.
3 comentarios:
Qué buen cómic, la realidad española pura y dura.
A pesar de nuestras estrecheces mi pobre mamá nos compraba cuando le sea posible un par de cómic de la época, cuando era habitual verlos colgando de una cuerda por una pinza de tender la ropa. Nos entusiasmaba su lectura y recuerdo almacenarlos en una caja de cartón de buen tamaño, lástima que desaparecieron con el pasar de los días.
Humor y realidad!!!!
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