martes, 24 de septiembre de 2013

Cena de quintos



A nuestras edades, por lo menos en el caso de servidora, se nota el paso por chapa y pintura. El viernes fue una de esas pocas ocasiones en que me pongo en manos de alguien más experto, en este caso mi ahijada, para que disimule el efecto del tiempo y realce mis puntos fuertes. Incluso estrené una blusa comprada la víspera en una exclusiva boutique (léase el mercadillo de los jueves).


La ocasión era la tradicional cena de quintos. Siendo de las de piñón fijo, no me la podía perder, por muy apurado que me esté resultando septiembre, y para ello me reservé los 25 € de vellón. Dada la crisis imperante y que los promotores no habían repartido las convocatorias (se extendió boca-oreja y vía Facebook), creí que seríamos cuatro gatos, pero no: fuimos nada menos que veinte.


Por el mismo precio, en el mismo restaurante, el menú fue, a mi parecer, más abundante que el año pasado. A saber: como aperitivo, además de los consabidos frutos secos, jamón, champiñones en salsa verde, queso rebozado acompañado de mermelada de tomate, chipirones, pulpo y gambas a la plancha. Nada más que con el aperitivo, servidora habría tenido suficiente. Como plato principal, se podía elegir entre tipos distintos de carne y pescado. Me dio pena dejarme casi entero el solomillo al roquefort, pero es que ya no me cabía apenas más. Cómo estaría mi alma, que me dejé gran parte del postre compuesto por piña natural, helado de turrón y una porción de tarta que el restaurante nos había preparado con las velas del 64, que no es nuestra edad (¡ojalá estuviésemos entonces como hoy!) sino el año en que nacimos. Por supuesto, todo regado por abundante y diversa bebida. Junto a mi inofensiva cocacola light, tomé un sorbo ¡solo un sorbo! de vino tinto y me sentó como un tiro. Recordatorio: no volver a probar el alcohol en eventos como este.


También me fastidió que alguien pidiese que nos conectaran la tele para seguir la semifinal del Europeo de baloncesto España-Francia. Me di la vuelta para no mirar y ponerme más nerviosa ante lo ajustado del marcador pero no pude evitar disgustarme por la derrota de los nuestros. Menos mal que el domingo ganaron la medalla de bronce.

A continuación había barra libre y música para bailar hasta las 3 de la madrugada. Nos percatamos de que todos los años nos ponen las mismas canciones de “nuestra época”: desde Don Diablo hasta Gloria pasando por You’re the one that I want, Y.M.C.A., Rivers of Babylon o Vivir así es morir de amor, por poner solo unos ejemplos. La nostalgia tira, sí, pero también llega a cansar. Ah, y que nunca falte el ínclito Paquito el chocolatero.

En fin, que nos lo pasamos en grande compartiendo camaradería y tontunas varias. Ya estamos pensando cómo celebraremos el medio siglo el año que viene.


3 comentarios:

carolina dijo...

Qué buen rollito parece reinar entre vosotros. Yo hace mucho tiempo que me desligué de mis quintos, con los que, por otra parte, tampoco tuve una buena relación. Al menos, con los de Suances.
Por cierto, muy alegre la blusa.

Johnny dijo...

Bella entre todos!!! Es un placer convivir con los de tu generación, momentos para recordar, comer una rica cena y escuchar música. Para el próximo año algo muy especial por los 50 no? Te ves estupenda querida amiga!!!!

Juanfra dijo...

Pues ojalá hoy diga alguien en la boda que conecten la tele para ver como va el derby madrileño.