En un principio el concierto estaba previsto para la Plaza de Toros, mi recinto preferido, ya que la tarima para discapacitados suele estar muy cerca del escenario. Al parecer, se iban vendiendo más entradas de las previstas, lo que motivó el traslado a la Ciudad Deportiva, para mi desgracia: la última vez que estuve allí, en un concierto de Luis Miguel, pusieron la tarima apartadísima del escenario. Menos mal que esta vez no estaba tan lejos. La pena es que –parece mentira- Bosé no llevaba las consabidas pantallas a ambos lados del escenario que hubiesen facilitado la visión.
Me centro en el concierto en sí, que es lo que importa. Habiendo dejado a medias el de Menorca días antes por afonía, el temor de que pasase lo mismo flotaba en el ambiente. Tras saludar (“Bona nit, Alacant; buenas noches, Alicante”) el mismo Bosé se encargó de disipar los temores. Pese a que, cuando hablaba, a veces se le quebraba la voz, aguantó el tipo dos horas y cuarto sin parar de cantar.
Papitour es una conmemoración de treinta años de carrera, lo que causaba el amplísimo espectro de edad del público asistente, desde adolescentes a sesentones. Más que un concierto, fue una comunión intergeneracional. Repasó esos treinta años de éxitos desde el legendario Linda. Aún recuerdo aquella noche en que lo presentó en TVE; al día siguiente no se hablaba de otra cosa en la clase de 7º de EGB del colegio La Rambla de Agost. Es asombroso el poder de evocación de la música, cómo dispara resortes en la memoria que me hicieron recordar personas y situaciones que creía tener olvidadas.
A los que me leéis os sonarán títulos como Morir de amor, Creo en ti, Super Superman, Don Diablo, u otros más recientes como Amante bandido, Como un lobo o Nena, y así un extenso repertorio. Hacía años que no escuchaba algunas de aquellas canciones y me comprobar que me sabía la letra pese al tiempo transcurrido.
No voy a decir que Bosé está en su plenitud física con sus kilos de más y sus cabellos de menos, pero cuántos quisieran estar como él a los 51 años. Eso sí, no ha perdido un ápice de la clase y el saber estar que, a mi juicio, siempre le han caracterizado. Por no hablar de la provocación que sus movimientos, inusuales hasta entonces, despertaron en su día. De no haber sido por él, no existirían herederos directos como Alejandro Sanz o Ricky Martin.
En resumen, me declaro incondicional de Miguel Bosé, el gran camaleón, sexy e inteligente, que a lo largo de treinta años ha sabido reinventarse a sí mismo adelantándose a modas y tendencias.
Hasta la próxima, Miguel.
martes, 14 de agosto de 2007
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3 comentarios:
Conchi, me ha sorprendido ese comentario de tu 7º curso de EGB que dices que causó furor Miguel con Linda. Yo no me acuerdo, pero qué viejos tiempos de nuestra infancia que nos hace recordar Miguel, que aunque esté talludito su inteligencia desborda.
Me alegro de que disfrutaras del concierto. la verdad, el tiempo no pasa en valde para nadie. Hasta nosotros los super héroes, sufrimos las inclemencias del tiempo que pasa. Lo importante es que has disfrutado del concierto. Lo bueno que ha tenido Bosé es que ha hecho lo que le ha dado la gana, y con la envidia que hay en este país, mucha gente no ha podido soportar esto; además él siempre ha tenido un arte y un sentido especial especial para rodear de misterios ciertos aspectos de su vida y hacer así que la gente hable y hable, y él muy listo sin soler entrar en polémica.
Yo creo que Mari pau ese día no fue a clase y por eso no se acuerda de lo que pasó. Yo sí me acuerdo de la revuelta que se organizó tras su primera aparición televisiva. Eso sí, en mi clase de colegio de curas, lo más normal era ponerle de "maricón" para arriba.
Beijinhos
Yo también quiero ver a Bosé, después de la experiencia de Sabina y Serrat me gustaría seguir de giras. Me pasa lo que a mari Pau, no recuerdo el curso ni mi edad, lo que sí tengo claro es que me acuerdo de las canciones.
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