El pasado día 15 Pedro y yo estábamos invitados a la casa de campo de Barry y Susan, unos ingleses que viven en Agost desde hace varios años y que son alumnos míos de las clases de español para extranjeros.
Hace un par de años nos invitaron a la fiesta de sus bodas de plata. Fue entonces cuando vi el pedazo de chalet que tienen, enorme, decorado con buen gusto y rodeado de un cuidado jardín.
A muchos de los convidados del miércoles los conocimos aquel día, en su mayoría hijos de la Gran Bretaña, más una alemana con sus niños y unos ocho españoles. En total, seríamos unos cuarenta seres humanos. Pero no contaban con centenares de moscas que se unieron al festejo, sobre todo cuando empezó a servirse la abundante comida en un sinfín de platos. Los brazos no daban abasto para espantarlas, lo que me recordó un día en la casa de campo de Mari Pau (te’n recordes, amiga?), en especial un famoso plato de mejillones que fue directo a la basura pues las moscas lo recubrían por completo. Lo que me sugiere la siguiente pregunta: ¿por qué Dios, en su infinita sabiduría, creó las moscas? Quizá los más ecologistas tengan una explicación razonable, pero no creo que me convenzan.
Barry y Susan son dignos de alabanza por su esfuerzo en integrarse en la comunidad española, agostense en este caso, cosa que no se puede decir de todos sus paisanos. Son más duros de mollera a la hora de aprender un idioma que los españoles, que ya es decir. Mira que les habré explicado pocas veces las distintas expresiones para hablar del clima y en lugar de “hace calor” me seguían diciendo: “Hoy es caliente”. Desde luego, fue uno de los días más calurosos del verano y la gente no paraba de zambullirse en la piscina. Ni de beber. Ni me imagino los litros de bebida, tanto alcohólica como no que llegaron a trasegar.
martes, 21 de agosto de 2007
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1 comentario:
Claro que me acuerdo, nos tuvimos que meter dentro de la casa y cerrar ventanas jaja... es curioso pero ya nunca me ha pasado algo igual en mi querido campo, si que pululan algunas moscas que el Vicent se entretiene en perseguir pero no es aquello...
Respecto a los guiris, hay más secos que nada pero nosostros conocemos a una escocesa,Margaret, de la urbanización donde trabaja Vicent, que es más que un encanto. Ella y su marido le dejan siempre la nevera de su terraza a su disposción, incluso le traen limonada donde él está. Nos invitó al cumpleaños de su marido Robert (60 años) y allí había un batiburrillo de lenguas (alemán, castellano, valenciano e inglés)
La pasamos muy bien. Es una señora muy, muy dulce.
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