Aunque figure bajo mi nombre, la siguiente disertación es fruto del talento de mi buen amigo Jesús. He querido ponerlo en una entrada aparte para que destaque y se lea mejor.
Jesús, ignoro si ése podría haber sido el título que tuvieras en mente, pero ahí se queda. Rectifícalo cuando quieras. Besos.
Nunca digas nunca jamás, me sirve de introducción, si me lo permitís, para comentar algunas impresiones mías particulares. No pretendo sentar cátedra, ni mostrar datos avalados por la universidad de Chinchinandi de Arriba ni por algún notario de la NASA. Son simples elucubraciones sacadas del vivir cotidiano jesusiano . Un vivir cotidiano jesusiano, españolito normal, que como el de todos, también está sujeto a las leyes del destino, del azar o de lo que sea.
Para mi, leer es un placer y reconozco haber tenido verdaderos orgasmos literarios con un buen libro. Leer es todo un placer, viajar con la imaginación, vivir otras historias y sentirlas próximas o lejanas a la tuya propia. Es un placer que al mismo tiempo, en determinadas ocasiones se convierte en un vicio. Uno se deja arrastrar, todo se confunde entre ambos términos, así que quien sea capaz de saber distinguir entre ciertos placeres y ciertos vicios, por favor que me dé la receta. Ya sabéis que el mundo jesusiano es un mundo hedonista, un mundo de disfrute y de búsqueda del placer, bajo la máxima ¿ qué necesidad tengo yo de sufrir?. Al mismo tiempo, también es un mundo práctico, muy práctico, terriblemente práctico. Para los que me conocéis, estas cosas ya os suenan de algo, y para los que no me conocéis ya sabéis un poco cómo es este elemento que ahora mismo escribe estas palabras. Así que, vamos a empezar.
A todos nos cuesta mucho tiempo y esfuerzo ganar los euros. A todos nos da pavor apreciar la velocidad de vértigo con la que esos euros salen de nuestras carteras. Una verdad como un puño. Y, coño, otra verdad es que los libros son caros, el mundo editorial no nos pone las cosas fáciles a los amantes de la literatura. Nos podemos gastar una buena cantidad de dinero en un libro que esperamos nos va a encandilar y luego la realidad es diferente. Frustración por el poco placer obtenido en la lectura y mala leche por el dinero gastado en el librito. Y todos tenemos nuestras limitaciones y luego está el tema del coste de oportunidad, el dinero que te dejas en un libro es dinero que no puedes invertir en otras actividades igual de orgásmicas o más que la lectura. Te gastas el dinero y te chafan el orgasmo. Pues vamos bien. Vale, están las ediciones baratas, el orgasmo puede ser el mismo, y encima, si la cosa no va como esperamos, la frustración, luego no es tanta. Pero todo es el dinero, también está el espacio. Me voy dando cuenta de que cada vez voy teniendo menos apego a ciertas cosas materiales y al sentido de acumulación asociado a las cosas materiales. Uno se compra un libro, lo lee, lo disfruta más o menos, o sea mayor o menor cantidad de intensidad de orgasmo, pero luego, el libro acaba aparcado en algún lugar de la casa. ¿Cuál es la probabilidad de volver a leer ese libro?. Venga, poneros a hacer cuentas. Yo las he hecho. Todos andamos escasos de tiempo, poco tiempo hay para leer relajadamente. Uno lee el libro, y si le gusta, lo puede volver a releer ( en mi caso la probabilidad de volver a leerlo es muy pequeña); si no te gusta las probabilidades de volver a leerlo son más pequeñas ( en mi caso nulas) . Pero si nuevos libros van llegando a nuestras manos, ¿ cuándo vamos a releer los que leímos en un pasado y nos gustaron? ( de ahí que mi probabilidad de volver a leer algo sea tan pequeña, esa lucha entre “volver a leer lo ya leído” y “leer algo nuevo” la gana lo nuevo. Por lo tanto, en mi caso, las probabilidades de volver a leer son muy bajas, así que los libros ahí se van quedando aparcados. Aparcados en unas casas que no son como las de nuestros padres o abuelos, con poco espacio y cogiendo polvo ( ¡ Anda que no cogen polvo los libros!).
En el mundo jesusiano, las labores ajuareñas no son bien recibidas. Limpio, plancho, quito el polvo y otras labores ajuareñas porque no me queda más remedio, pero no disfruto con ellas, jamás he tenido ni el menos síntoma de orgasmo con un plumero, con un aspirador, con Mr Proper o la tipa esa que viene del futuro a quitar manchas. Nadie me escucha cuando digo que quiero que hagan las casas redondas, sin rincones, para limpiar mejor y que la fregona no se tropece cada dos por tres. Cuanto más acumulas, más tienes que limpiar, y para eso yo no sirvo. Así que éstos son algunos de los argumentos que me llevan a alimentar mi placer por la lectura con otras formas alternativas a la de comprar libros. Ahí están la bibliotecas, de las cuales no me puedo quejar demasiado, en este sentido soy afortunado en mi caso. Si leo un libro de la biblioteca y me deja indiferente, pues ya vendrán tiempos mejores. Si no me gusta, sólo tengo que devolverlo y si algo me conduce al orgasmo, siempre lo puedo volver a pedir prestado o hasta me lo puedo comprar. Por lo tanto, nunca digas nunca jamás.
20 de agosto de 2007 7:29
lunes, 20 de agosto de 2007
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3 comentarios:
Jesús, Conchi tiene razón, tus disertaciones merecen una entrada propia. Sigue deleitándonos con ellas. Lo de la biblioteca es una buena solución para conseguir leer libros que te llamen la atención y también sirven los e-books, no causan ese placer místico que a veces sentimos tocando un libro de papel que nos está gustando mucho pero ahorra mucho espacio.
Conchi,querida, tu eres masoca, ya te lo he dicho muchas veces porque a mi si no me está gustando el libro lo mando a freir espárragos y no lo acabo.
Besitos, amiguitos.
Tienes toda la razón, Mari Pau, pero, como lo quiero acabar, lo que hago es saltarme párrafos.
Ahora he empezado "Gálvez en la frontera" de Jorge M. Reverte y me está entreteniendo mucho.
Los he contado: desde mediados de junio hasta hoy me he leído 20 libros.
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