viernes, 28 de noviembre de 2008

Maltrato


Lo de la violencia contra la mujer tiene mucha tela. No os creais que vamos muy a la cola de los países civilizados. Me he quedado de una pieza cuando me han dicho que en los paraísos nórdicos del bienestar y la libertad de costumbres las cifras de violencia doméstica contra las mujeres y los asesinatos de género dan escalofríos. Creo que es un tema muy complejo que tiene más de un factor. Por una parte, estos son tiempos de cambio, de inestabilidad, y eso está afectando mucho a los hombres. El mundo de valores y certezas de la civilización occidental se está tambaleando; lo único que le queda a casi todas las sociedades en crisis y a sus grupos desfavorecidos, que es la supremacía social, cultural y doméstica del varón, está siendo amenazada y la especie humana reacciona a las amenazas con la violencia. Por supuesto, esto es una posible explicación, nunca una justificación. Y también es cierto que las mujeres hemos colaborado y colaboramos aún en que esto se siga produciendo. No estoy hablando de mujeres más o menos mayores y crecidas aún en la sociedad más o menos tradicional. Estoy hablando de chicas jóvenes, cuyos valores siguen siendo más machistas que los de muchos chicos, que no se conciben como personas plenamente integradas si no es al lado de un chico, cuyo afecto (si es que lo hay) tratan de ganar o de conservar cediendo en cuestiones de sexo (lo practican porque él quiere o porque sus amigas les dicen que hay que hacerlo, no por sus propios deseos, que sería lo lógico y normal) e incluso tolerando que las traten con menosprecio e incluso que las golpeen. Puedo entender porqué una mujer en la España de hace cincuenta, treinta, si me apuráis, veinte años, permanecía al lado de un hombre que la maltrataba, pero ¿hoy en día? El futuro está aún por construir.
Otro factor que puede estar influyendo es la actual legislación en caso de separación de la pareja y cómo se están utilizando los posibles derechos que pueda tener una mujer como arma arrojadiza. A este respecto, he oído de todo: desde casos en los que es muy evidente que la tía es una arpía que utiliza hasta los trucos más sucios para dejar al hombre completamente destrozado (sin casa, empobrecido y sin poder ver a sus hijos) hasta casos en los que ocurre todo lo contrario, pues la mujer queda en la ruina con hijos que mantener y de los cuales el padre se desentiende por completo. Está claro que en este país aún no hemos aprendido a romper una pareja sin llevarnos unas cuantas vidas por delante, mas el patrimonio de la familia (parte del cuál pasa a engordar la cuenta de los abogados matrimonialistas) Yo creo que, en primer lugar, hay que tener las cosas claras para casarse o establecer la convivencia con otra persona, en segundo lugar, si el amor se tuerce o se acaba, ver si realmente compensa romper el hogar o se puede llegar a un acuerdo aunque sea provisional y en tercer lugar, si hay hijos, siempre hay que velar por su bienestar y equilibrio. No se trata de que los niños tengan que tener por narices un padre y una madre para crecer en condiciones, sino que, si han tenido dos personas como referencia de su mundo, no está bien que pierdan a una de ellas porque sí. La ruptura de la pareja no tiene porqué significar que uno de los padres no pueda o no quiera ejercer como tal.
Y por último, también hay mucha maldad. De la auténtica, de la que se regodea con el daño ajeno y lo necesita para poder sentirse persona. Necesita sentir que controla por completo el mundo del otro (en este caso, la otra), hacer que viva pendiente de sus más mínimos deseos, moldear incluso su pensamiento. No conozco otra forma de poder más intensa y adictiva. Cuando la perspectiva de perder eso se hace real, nada importa más que impedirlo a toda costa, aunque sea mediante el asesinato y la prisión. El maltratador auténtico es un adicto al poder como medio de cubrir sus carencias y su adicción funciona como cualquier otra.
Tenemos que recorrer un largo camino, tanto los hombres como las mujeres, hasta llegar a la madurez emocional y la autonomía como personas que respetan y reclaman el respeto que les es debido.

5 comentarios:

mythings dijo...

Jamás había leído nunca una sarta de verdades como puños como las que he leído en este artículo.
Carolina, Conchi, habeis escrito el sagrado evangelio.

¡Bravo!

maria esther dijo...

Es lomas sensato que he leido en mucho tiempo.
Gracias Carolina.

Mari Pau dijo...

Qué buen artículo, Carolina. De palizas por parte de los hombres a sus mujeres las ha habido siempre, lo que pasa ahora es que muchas se rebelan y se divorcian y por eso el hijo de satanás del marido las mata. Deberian ellas adelantarse al tiparraco y cargarselo ellas. Qué rábia me da esto.

ana dijo...

Muy bien carolina, es que yo no sé añadir nada más.

carolina dijo...

Muchas gracias por vuestros comentarios, aunque mi post no haya sido nada del otro jueves. Un beso a todos. Conchi te echamos de menos.