lunes, 3 de noviembre de 2008

Noches de tormenta





Sinopsis


Adrienne Willis es una mujer cuya vida está sumergida en caos y quien se retira del pueblecito costero de Rodanthe, en los Outer Banks de Carolina del Norte, para hacerse cargo de la posada de una amiga durante un fin de semana. Aquí espera encontrar la tranquilidad que necesita desesperadamente para reflexionar sobre los conflictos que tiene a su alrededor - un marido infiel que quiere volver a casa y una hija adolescente que cuestiona todas sus decisiones.


Nada más llegar Adrienne a Rodanthe, se pronostica una gran tormenta y llega un huésped llamado Dr. Paul Flanner. Flanner no está allí para un descanso de fin de semana sino para enfrentarse a su propia crisis de conciencia.


Ahora, a medida que se acerca la tormenta, los dos se consuelan mutuamente y en un fin de semana mágico, ponen en marcha el romance que no solo les cambiará la vida sino que les marcará para siempre.


Este sábado fuimos al cine. Pedro vio una de artes marciales. Por mi parte, entré a ver Noches de tormenta. Comprendedlo, son muchos años de ser fan de Richard Gere, desde sus primeros pasos cuando no era conocido en absoluto y no voy a abandonarle ahora que se está haciendo mayor. Al fin y al cabo, la primera escena de sexo en el cine se la vi a él en Yanquis y eso no se olvida tan fácilmente.



Aquí lo acompaña Diane Lane, con la que ya había coincidido en Cotton Club y más recientemente en Infiel, que me pareció un petardo. No me resultaba creíble que le pusiera los cuernos a su marido. Su rival, Olivier Martínez, estaba buenísimo, no cabe duda, pero no sé si lo cambiaría por el enemigo nº 1 del Grecian 2000, al que no le pega teñirse el pelo. Lane y Gere comparten una química que traspasa la pantalla con esta historia de coqueteo y romance adulto con un lenguaje corporal que habla por sí solo. Aun así, en este inmenso océano de emociones descarriladas, los personajes parecen ahogarse más que salir a flote.


De la película me esperaba un pastelito y un poco sí lo es. Cuando una tormenta se desata, los protagonistas se ven atrapados en la casa intentando superar la tormenta externa e interna que vive cada uno en sus vidas compartiendo sus historias. La tormenta y la destrucción de la casa emulan el dolor que ambos personajes sienten, una metáfora interesante. Lo peor es que lo que una tormenta les da, otra se lo quita. Y es aquí donde el argumento deviene en un melodrama de los de llorar a moco tendido a poco que os pille con el síndrome premenstrual como a mí. Creo que en circunstancias normales más bien me habría cabreado.

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