En los márgenes del río Baztán, en el valle de Navarra, aparece el
cuerpo desnudo de una adolescente en unas circunstancias que lo ponen en
relación con un asesinato ocurrido en los alrededores un mes atrás. La
inspectora de la sección de homicidios dela Policía Foral, Amaia Salazar, será
la encargada de dirigir una investigación que la llevará devuelta a Elizondo,
una pequeña población de donde es originaria y de la que ha tratado de huir
toda su vida. Enfrentada con las cada vez más complicadas derivaciones del caso
y con sus propios fantasmas familiares, la investigación de Amaia es una
carrera contrarreloj para dar con un asesino que puede mostrar el rostro más
aterrador de una realidad brutal al tiempo que convocar a los seres más
inquietantes de las leyendas del Norte.
Tras mucho oír hablar de
la muy vendida Trilogía del Baztán, me decidí a leerla porque me enteré de que
los dos primeros tomos los tenían en la biblioteca local y me los recomendó,
además, mi amiga Nati.
Sin pretender que suene como un reproche, me recordó las novelas de Camilla Läckberg que tanto he comentado por aquí. Es lógico que haya concomitancias dado que tratan de asesinatos brutales en una tierra fría y lluviosa donde la naturaleza es un personaje más. En este caso también cuenta la mitología navarra que tiñe de sobrenatural el relato.
Otros puntos en común con la sueca es la presencia de enfermedades mentales,
los conflictos familiares que se enraizan en el pasado y la vida cotidiana de
los trabajadores de una comisaría.
En cuanto a la
resolución de los crímenes, me extrañó que un detalle quedase sin resolver;
llegué a pensar que me habría saltado sin querer alguna página y releí las
últimas por si acaso. Pero no, esta vez no era despiste mío: con ese detalle
empieza el segundo volumen, que acabo de empezar. Señal de que me gusta. La lectura es amena y, pese a su extensión, no aburre.
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