martes, 22 de septiembre de 2015
Campeones de Europa
El domingo disfruté y me emocioné viendo a los muchachos del baloncesto ganarse la plaza para las Olimpiadas de Rio y proclamarse campeones de Europa. Y en Francia nada menos, que da más gustito.
Cuánto me han hecho sufrir esas enormes criaturas. El partido de la prórroga me marché a la habitación porque mi corazón corría peligro. Me puse a ver un goloso debate sobre la independencia catalana. Cuando oí a Pedro aullar de alivio, cambié de cadena, no sin antes indicar a mis vecinos del norte por dónde se podían meter sus aspiraciones separatistas. Vale, ya sé que no me oyeron, pero me quedé la mar de pancha.
Volviendo al baloncesto, lo dicho, esos chicos me han llevado al borde de las lágrimas de la alegría. En contraposición, me ha cabreado la poca repercusión de la gesta en comparación con el fútbol: ni banderas en los balcones ni coches haciendo sonar las bocinas ni ronda por Madrid a bordo de un autobús ni… Tan majos que son, tan luchadores, tan trabajadores, tan humildes, tan poco divos, tan ejemplo para todos y tan poco reconocidos en relación a otros. Qué rabia me da.
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