martes, 17 de febrero de 2009

De camino a Aguadulce

Salimos de Agost el viernes a las 3 de la tarde un grupo de 10 personas: dos matrimonios y seis mujeres (una divorciada, cuatro viudas y una servidora). Paramos en Elda a recoger una veintena de compañeros de viaje, en su mayoría parejas de más o menos mi edad aunque parecían adolescentes de fin de curso por lo escandalosos y malhablados: apenas arrancó el autobús sacaron la mistela y poco después los vasos de tubo, los cubitos y el whisky, con o sin cocacola. En la parada obligatoria del autobús, poco después de recoger a otros veinte pasajeros en Benejúzar, el chófer les llamó la atención porque está prohibido consumir alcohol en el autocar. Asimismo nos advirtió a todos que no habría otra parada en las casi tres horas que quedaban para llegar al destino. Sin embargo, mis compañeros de viaje hicieron caso omiso y siguieron dándole al trinqui entre berridos y comentarios tirando a soeces. La naturaleza es tan tiquismiquis que siempre se abre camino, y claro, los líquidos acaban por reclamar su libertad. No tardaron ciertas voces en reclamar una parada para desaguar. El conductor, entre que ya había avisado que no paraba y quién sabe si como represalia porque los eldenses habían seguido bebiendo, no consintió en detenerse, pasando de los gritos de “¡Me meo!” que se sucedían entre varios pasajeros. Incluso hubo uno que, desesperado, no pudiendo contenerse más llegó a orinar en una botella. No me pidas más detalles ya que, por supuesto, no me giré. Así que, entre mi novela policíaca y la animación de mis vecinos, no me aburrí durante el trayecto.

Llegamos al hotel Porto Magno de Aguadulce, junto a otros autocares que lo abarrotamos, sobre las 9 de la noche, a la hora de cenar. Lástima que el bufé libre no me pareciera a la altura del resto de las dependencias hoteleras; por ejemplo, el de Tenerife le daba mil patadas en calidad y variedad. ¿Cómo puede existir tanta diferencia entre dos establecimientos de 4*? Como no hay que por bien no venga, no me costó tanto atenerme al régimen lo más que pudiera, ensaladas y carne y pescado a la plancha. Vale, confieso que probé los postres pero, como no estaban muy allá no sólo no repetí sino que ni me los acabé.

4 comentarios:

Mari Pau dijo...

Hola Conchi, qué buena crónica que nos has hecho. Qué maleducados estos compañeros tuyos de viaje (siempre se ha dicho que los de Elda son "prou fotuts"), el conductor acabaría hasta el gorro, jaja, peor que con mis adolescentes. Por cierto, en el bufet del hotel comiste "pollo a la concejalía?

Juanfra dijo...

Si te hubieras venido más cerquita de Jaén hubiésemos empezado el año como el pasado, viéndonos.

maria esther dijo...

Que horror los elderos.Si que son fotuts.Contamos mes.

ana dijo...

Pero Conchi, qué bien lo cuentas, me da envidia de la excursión, aunque el transfondo (los maleducados esos) no creo que quisieras repetir.
Besos
Ana