martes, 3 de febrero de 2009

Los girasoles ciegos


Sinopsis:

Alberto Méndez nos ha dejado con su única obra no sólo un extraordinario ejemplo de composición literaria, sino -y a pesar, de la crudeza de todas las situaciones- una continua muestra de sensibilidad, que puede conmover a todo tipo de lectores.

Este libro es el regreso a las historias reales de la posguerra que contaron en voz baja narradores que no querían contar cuentos sino hablar de sus amigos, de sus familiares desaparecidos, de ausencias irreparables. Son historias de los tiempos del silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabías.


Cuatro historias, sutilmente engarzadas entre sí, contadas desde el mismo lenguaje pero con los estilos propios de narradores distintos que van perfilando la verdadera protagonista de esta narración: la derrota. Un capitán del ejército de Franco que, el mismo día de la Victoria, renuncia a ganar la guerra; un niño poeta que huye asustado con su compañera niña embarazada y vive una historia vertiginosa de madurez y muerte en el breve plazo de unos meses; un preso en la cárcel de Porlier que se niega a vivir en la impostura para que el verdugo pueda ser calificado de verdugo; por último, un diácono rijoso que enmascara su lascivia tras el fascismo apostólico que reclama la sangre purificadora del vencido. Éste es el primer ajuste de cuentas de Alberto Méndez con su memoria y lo hace emboscado en un flagrante intento de hacerlo desde la literatura.


Ya sabéis que en los Goya Camino fue la gran vencedora en detrimento de Los girasoles ciegos. No he visto ninguna pero este fin de semana he leído el libro en que se basa la segunda. La primera sensación fue de extrañeza pues no identificaba en lo que leía nada del argumento que conocía de la película por lo que había oído. Poco después me percaté que el libro está compuesto de cuatro relatos, el último de los cuales es el que da título al libro. Tienen en común las historias de perdedores de la guerra civil. La narración, amena por intercalar distintas voces y estilos, se torna crudelísima por momentos, reflejo de la sinrazón de una lucha fraticida.

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