jueves, 26 de febrero de 2009

Loa al cine de pueblo


Me habían hablado varias veces del cine La Esperanza de la localidad vecina de San Vicente del Raspeig, sobre todo por sus precios tan económicos: una peli, y a veces programa doble, por sólo tres euros por barba, menos de la mitad de un cine de centro comercial, por no mencionar lo ajustado del precio de las palomitas, chucherías varias, bocadillos y bebidas. Se nos ocurrió ir el domingo ya que echaban Push, que quería ver Pedro, y El curioso caso de Benjamin Button, que le apetecía a una servidora y que ya os comentaré.


Admito que lo barato del precio nos tenía un poco moscas. Afortunadamente, nuestras reservas se diluyeron en cuanto empezó la proyección. Además de que las butacas eran cómodas, sonido e imagen tenían una calidad más que aceptable. Eso sí, al primer cuarto de hora de proyección lo acompaña el característico crujido de las pipas al partirse y de las palomitas al morderse, junto al inconfundible olor de ambos más el de bocadillos varios. Olor y sonidos que, cual magdalena proustiana me retrotrajeron a mi infancia y primera adolescencia, a esas tardes de cine de pueblo, en Agost, con mis amigas, pendientes muchas veces de los espectadores más que de la propia película.

Para mi deleite, en el cine La Esperanza la gente también silbaba cuando se retardaba el comienzo de la proyección y aplaudía al final de la película si les había gustado. Me lo pasé tan de cine y por tan poco dinero que no dudo que volveremos.

4 comentarios:

maria esther dijo...

eragostPensaba que cines como ese ya no existian,que habian pasado a la historia.

ana dijo...

Me da envidia.

Juanfra dijo...

Pues cuando vuelva por ahí, ya sé de un sitio donde me teneis que llevar. Que nostalgia, aquí también hubo esos cines en Jaén. El típico ambigú de chucherías, las cortinas que se descorrían antes de empezar la película, esos olores a patatas, bocadillos, el delicioso Samba, aquellas galletitas de chocolate. En los cines de hoy ya no sería lo mismo. Es comparable al AVE con el expreso ¡que buenas estaban las tortillas de patatas sacadas de la fiambrera y la cerveza o refresco sacada de la bolsa nevera en aquellos viajes nocturnos.
Has tenido buen acierto en poner de ilustración esa foto de "Cinema Paradiso".

carolina dijo...

Tiene gracia que comentes lo del cine de San Vicente del Raspeig. Resulta que hace poco he leído en el Diario Montañés que los cines de pueblos de mediano tamaño (en este caso, el de Los Corrales de Buelna) han conocido un significativo aumento en el número de espectadores en sus salas. Por lo visto, la conjunción de sus precios asequibles (3 E también), la lejanía de las grandes salas de cine y la crisis galopante hace que vuelvan a ser un entretenimiento a tener en cuenta. Y es algo que me alegra, me alegra mucho. Muchos de mis recuerdos más entrañables están ligados al cine de mi pueblo (cuando yo era niña había dos, nada menos). Esas proyecciones de pelis que ya se habían estrenado hacía dos años o más, pero que, por no haber podido ir a los cines de la capi yo me había perdido y ahora los tenía allí, casi a pie de casa. Esos descansos a mitad de peli para comprar las chuches en el puesto que había en el mismo cine, la tensión para hacer acopio de víveres antes de que diesen los tres avisos, la animación que había en el patio de butacas, con risas, abucheos y comentarios jocosos intercalados a mitad de película. Aunque parezca que lo digo con ironía en realidad no es así. Disfrutaba con todo ello. Todavía me acuerdo de cuando fui a ver “Noche de miedo II”, una de esas películas tan guays de los ochenta. Nada más aparecer un estrambótico vampiro negro sobre patines uno del patio exclamó “¡Joder, pero si es Michael Jackson!”. Pero lo mejor fue la escena de cuando el adolescente protagonista es capturado por la bellísima vampira que pretende convertirle en vampiro para que, al ser inmortal, pueda ella hacerle sufrir infinitamente, pues en “Noche de miedo I” se había cargado a su hermano. El caso es que el chico, bajo los efectos del poder de la vampira, aparece medio grogui en una bañera llena de agua, dejando con lánguido abandono que la colmilluda seductora le frote suavemente la piel. En éstas, uno salta “¡Ahivá, le está matando a pajas!” Ya os imaginaréis el jolgorio entre el personal. Sé que muchas veces molesta lo de los comentarios o las palomitas, pero confieso que a mí no sólo me traen sin cuidado, sino que a veces me hacen gracia. Yo he crecido en una familia en la que las películas se ven entre risas, comentarios y tres mil preguntas.

En resumen, bienvenidos, cines de pueblo, me encanta que hayáis regresado de entre los muertos por el desarrollo de la sociedad posmoderna.

Por cierto, Juanfra, yo también me acuerdo de las galletas Samba. Estaban riquísimas.