Siempre en nuestros corazones, querido Santi

Queridos amigos:

Tengo muchísimas cosas que contaros, desde acabar el relato de mis peripecias por Madrid a contaros cómo pasé la Nochebuena pasando por reseñas literarias y cinematográficas, entre otras cosas. Sin embargo, me cuesta ponerme a ello hasta que me sobreponga, en la medida de lo posible, a la terrible pérdida de un buen amigo: Enrique Santiago Francés Cambra, “Santi” para los que lo queríamos.

Los que no lo conocíais personalmente, quizá lo hayáis visto por aquí pues era colaborador de este blog.

Santi era el marido de mi amiga de toda la vida, Loli, por lo que lo conocí cuando empezaron a salir, y pronto pasó a ser parte de mis amigos. Se casaron hace 19 años y dos años después tuvieron a su hijo, Santi también. Junto a todos los buenos momentos, la desgracia lo golpeó al serle detectada una dolencia pulmonar tan fuerte que su única esperanza de vida era el trasplante. Gracias a un bendito donante, lo operaron y, pese a ser consciente de que su vida pudiese tener una fecha de caducidad más corta que en circunstancias normales, luchó por su recuperación con uñas y dientes, agradeciendo a la vida esa segunda oportunidad. Habla de ello aquí.

Aprendió a dar masajes terapéuticos, se aficionó al pádel y al ciclismo, fue de los primeros en dominar las nuevas tecnologías, los blogs y las redes sociales,… por nombraros una pequeña muestra de sus inquietudes. Incluso hicimos un maravilloso viaje a Galicia en un Año Santo Compostelano para dar gracias a su patrono.

Hace unos meses, en una revisión rutinaria, le detectaron un tipo de cáncer asociado con los trasplantados. En lugar de hundirse, como habríamos hecho la mayoría, se dispuso a luchar una vez más, sin perder la sonrisa ni el buen humor, desplegando esa voluntad y esas ganas de vivir que lo hacían tan grande. La quimioterapia frenó el cáncer, sí, pero le dañó sus maltrechos pulmones prestados.

El día 26 su enorme corazón no pudo más y se paró a sus 49 años. Si yo estoy hundida, imaginaos cómo se encuentran su mujer y su hijo. Saben que pueden contar conmigo para lo que esté en mi mano, pero es magro consuelo.

Siempre se habla bien de los muertos –dicen-, pero, aunque se quisiera, nadie podría hablar mal de él. Descansa en paz, querido Santi. Si el cielo existe, no me cabe duda de que estarás allí.