Palmeras en la nieve

Sinopsis:
Es 1953, Kilian abandona la montaña oscense para emprender con su hermano un viaje a Fernando Poo, una antigua colonia española en Guinea Ecuatorial. Allí les espera su padre, en la finca Sampaka, donde cultiva uno de los mejores cacaos del mundo. En la colonia descubrirán que la vida social es más placentera que en la encorsetada y gris España, vivirán los contrastes entre colonos y nativos y conocerán el significado de la amistad, la pasión, el amor y el odio. 

El miércoles me llegó un correo del centro comercial Puerta de Alicante para comunicarme que había ganado dos entradas de cine de un sorteo en el que había participado. Vencían ayer domingo, de modo que nos esperamos al viernes a ver cuál de los estrenos nos apetecía. La verdad es que ninguno. Por no perder las entradas, Pedro optó por repetir El despertar de la fuerza y yo entré a Palmeras en la nieve.

Hacía tiempo que tenía descargado el libro, junto a otros muchos que probablemente tampoco leeré.
Es un melodrama generacional clásico enmarcado en la Guinea colonial, un período de nuestra historia poco conocido, a mi parecer. Como era de esperar, trata el racismo, el clasismo, la lucha por la independencia, el resentimiento hacia los colonos, todo ello alrededor de un gran amor y misterios familiares que se van desentrañando conforme avanza el metraje. Este se convierte en un inconveniente al acercarse a las tres horas, lo que me inclina a pensar que habría encajado mejor en un formato de miniserie.

El otro hándicap, en mi opinión, es el protagonismo de Mario Casas. No me cae mal el muchacho pero tampoco le acabo de ver la gracia ni el atractivo. Será que soy muy rara. Su pareja, Berta Vázquez, le da mil vueltas, así como la preciosa Macarena García y el resto de secundarios.

Los paisajes canarios, donde se ha recreado Guinea, son de una gran belleza, así como los oscenses. En cuanto a la canción de Pablo Alborán, podrían haberle sacado más partido que usarla solamente para los créditos finales.