lunes, 4 de enero de 2016

Singapur : tres barrios y diez mandamientos.

 
La palabra fusión está de moda. En los últimos tiempos ha sido protagonista en ámbitos como la música o la gastronomía. Singapur también está en el candelero y fusión es, sin duda, el concepto que mejor define a este pequeño país del sudeste asiático.
 
Con apenas cincuenta años de historia, lo que empezó siendo casi un experimento se ha acabado convirtiendo en la segunda economía más competitiva del mundo. Un país donde el inglés, el idioma vehicular, convive con otras tres lenguas oficiales más, donde se puede tener de vecinos a un chino y a un indio y donde en un mismo barrio pueden encontrarse una mezquita y una iglesia metodista. Una mezcla cultural que hace fuertes a sus habitantes y una nacionalidad que les hace sentirse orgullosos.
Pero en Singapur hay tres barrios tradicionales, diferenciados del resto, que representan cada una de las tres culturas mayoritarias. Estos barrios son, hoy en día, el mejor ejemplo para comprender cómo Singapur ha llegado tan lejos. 
Chonatown
En este barrio se destila el primer ingrediente de Singapur: su herencia china. Y no es para menos, ya que más del 74% de la población de la isla es de origen chino. Como Singapur, Chinatown puede parecer pequeño por fuera, pero por dentro es inmenso. Sus calles están llenas de tiendas tradicionales donde encontrar remedios medicinales, vestidos y trajes típicos, amuletos de jade y orfebrería en general (aunque, todo hay que decirlo, cada vez más made in china y menos artesanal).
También se pueden encontrar y probar los famosos pastelillos chinos, conocidos popularmente como mooncakes (pasteles de luna). Son unos pastelillos de hojaldre rellenos de pasta de loto, o de alubia roja, y yema de huevo de pato. Todo un desafío para el paladar occidental. Otro de los manjares que no se deben dejar escapar es el plato nacional de Singapur: el Chilli Crab (cangrejo al chile), el cual se puede degustar mientras se disfruta de los vaivenes de la calle principal, Pagoda Street. Y a solo unos minutos caminando para alejarse del ambiente tradicional y diurno, un grupo de cinco calles concentra una de las zonas más trendy de la ciudad. Club Street, Ann Siang Road, Neil Road, Duxton Road y Keong Saik Road.
En Chinatown se puede visitar y contemplar, en apenas media mañana y en un radio de 400 metros, el templo hindú más antiguo de la isla, Sri Mariamman Temple, una de las primeras mezquitas, Jamae Chulia, y uno de los muchos templos budistas chinos, The Buddha Tooth Relic Temple and Museum. Los dos primeros fueron inaugurados en la década de los años veinte… del siglo XVIII.
Little India
Para poder disfrutar al máximo de este singular barrio lo mejor es bajarse en la parada de metro homónima y perderse por sus calles. Como su nombre indica, es la viva expresión de la cultura india en Singapur. Little India cuenta con una de las arterias más famosas e importantes de la ciudad: Serangoon Road. Esta ancha calle es un hervidero de tiendas en las que se puede encontrar desde electrónica variada (sobre todo telefonía móvil y accesorios), hasta vestidos, telas bordadas y oro, mucho oro. El curry y el incienso impregnan el ambiente y la música, los colores, el paisanaje y los bindis en sus frentes atraparán al viajero y le harán creer y sentir que no está Singapur, sino en la mismísima India.
Unos de los lugares más interesantes para visitar es el centro comercial Mustafa. Famoso por estar abierto las 24 horas del día y por tener casi cualquier cosa (incluso se proporcionan visados para viajar a la India), en Mustafa Centre se regatea absolutamente por todo, como por ejemplo, un kilo de tomates. Al comienzo de Serangoon Road también se puede visitar el Tekka Centre, un mercado multicultural donde se puede degustar cocina india, malaya o china.
Little India también refleja el espíritu de Singapur y acoge todo tipo de iglesias y templos. En Dunlop Road hay una mezquita declarada monumento nacional —Abdul Gafoor— y en la misma Serangoon Road se encuentra el templo hindú más antiguo del barrio, Sri Veeramakaliamman.
Y como después de todo este ajetreo apetece sentirse como si llegáramos a casa, de regreso a Dunlop Road hay que entrar en el Zsofi Tapas Bar, un bar-restaurante regentado por indios cuya inspiración llegó durante un viaje que realizaron a Granada. Allí conocieron a una misteriosa mujer que les introdujo en el mundo de las tapas y de la que no han vuelto a saber nunca más. Aquella mujer, dicen, se llamaba Zsofi y ahora, en el Zsofi Tapas Bar, como en Granada, al pedir una copa te sirven tapas gratis.
Kampong Glam 
No es el más pequeño de los tres barrio, sino el más concentrado. Foco de representatividad musulmana, hay varias visitas de interés para acabar de comprender la multiculturalidad de Singapur. Por ejemplo, el Malay Heritage Centre, palacio que en su día fue hogar de los sultanes malayos en Singapur y hoy es el centro para la recuperación histórica de la herencia malaya en la isla. O la Masjid Sultan, una mezquita imponente de estilo clásico que sobresale del resto de edificios y corona el barrio con su particular silueta.
Kampong Glam se ha convertido en un barrio vibrante y lleno de vida tanto de día como de noche. En la tradicional Arab Street hay decenas de tiendas donde comprar lámparas turcas, alfombras persas o pashimas, y en Haji Lane se encuentran las tiendas de los diseñadores más jóvenes y atrevidos de Singapur. Todo un paraíso hipster en una calle estrecha y escondida de apenas 200 metros de recorrido.
Y a la vuelta de la esquina, en Baghdad Street y alrededores, la vista vuelve a ser fascinante y deliciosa, con calles repletas de restaurantes árabes de todo tipo. Por la noche es un hervidero de personas y aromas donde se puede fumar shisha de todos los sabores posibles. 
 
Puente Helix, en Singapur
Singapur es reconocida por sus bajos índices de criminalidad y por sus calles impolutas. The fine city, su etiqueta más común, juega con el doble sentido del término inglés: como adjetivo, fine significa bueno, hermoso, incluso puro; como sustantivo se refiere a una multa. La combinación perfecta. Otra de la etiquetas más sonadas, aunque quizá no tan acertada por la polvareda que generó en su momento, fue la que utilizó el escritor de ciencia ficción y creador del ciberpunk William Gibson: “Disneylandia con la pena de muerte”.
 
El nivel de vida en esta República de más de cinco millones de habitantes ayuda a equilibrar la balanza del índice de desarrollo humano en la región, al ser muy superior al de países como Indonesia, Malasia, Tailandia, Camboya, Laos o Myanmar. En cualquier caso, la realidad de Singapur refleja un país con una idiosincrasia muy particular. He aquí los 10 mandamientos singapurenses:
 
1- No mascarás chicle
Porque no podrás. Su venta está prohibida y quien intente introducir chicles de contrabando (más de dos paquetes por viajero) se enfrentará a una pena de un año de cárcel y multa de 5.500 dólares de Singapur (3.700 euros).
 
2- No mostrarás tu homosexualidad
Porque también está prohibida. La pena es de hasta dos años de prisión. Tan retrógrada ley solo se refiere, además, a los hombres. De las mujeres no dice nada, ya que la reina Victoria de Inglaterra –esta norma es heredera de una británica de aquella época– se negaba a aceptar que el género femenino llegase tener un comportamiento similar.
 
3- No te abrazarás (en público)
Nada más allá que la simple muestra de afecto. Achucharse con ganas puede ser castigado con hasta un año de cárcel.
 
4- No tirarás basura en la calle
De cualquier tipo, colillas incluidas. Multa de 2.000 dólares (1.350 euros) la primera vez, de 4.000 dólares (2.700 euros) la segunda y de 10.000 dólares (6.700 euros) de ahí en adelante.  Además, al infractor le pueden llegar a dar una escoba para que barra las calles con un cartel que reza “I am a litterer” (soy un guarro). 
 
5- No comerás ni beberás en el metro
Ni agua, por mucho calor que haga. La multa es de 500 dólares singapurenses (335 euros). Las normas para los usuarios en el metro en Singapur son infinitas. Se llegó a multar a un estudiante por utilizar uno de los enchufes para cargar su móvil mientras esperaba a un amigo.
 
6- No orinarás en los ascensores
Ni en caso de máximo apuro. Algunos están dotados con un sistema de detección de olores (Urine detection device) que activa una alarma y bloquea las puertas hasta la llegada de la policía. ¿La multa? 1.000 dólares de Singapur (670 euros).
 
7- No olvidarás tirar de la cadena
Si te ocurre (y te atrapan, algo ya más difícil), la multa puede llegar hasta los 1.000 dólares.
 
8- No escupirás
Una ley que explica el estado de sus impolutas calles –multa de 1.000 dólares singapurenses al que lo estropeé– y que adquiere sentido, evidentemente, si se compara Singapur con, por ejemplo, China.
 
9- No cruzarás la calle por donde no debes
Si a menos de 50 metros hay un paso de peatones y no se utiliza, el infractor se enfrenta a una multa de 1.000 dólares de Singapur (670 euros) o a una pena de tres meses de prisión. Para los reincidentes, 2.000 dólares de multa (1.345 euros) y hasta 6 meses de cárcel.
 
10- No fumarás en lugares públicos
De 200 a 1.000 dólares de Singapur (entre 135 y 670 euros), si eres declarado culpable en un tribunal. Además, solo se permite entrar al país con 400 gramos de tabaco (un paquete de cigarrillos). Quienes rebasen el límite deberán cuidarse de no ser observados fumando cigarrillos sin la marca estatal: la multa puede ser de hasta 40 veces la cantidad de impuesto evadido y/o hasta seis años de cárcel.
 
Pese a la desfasada vigencia de alguna de estas normas y al severo castigo por su incumplimiento, lo más importante a la hora de visitar Singapur es dejarse llevar por su espíritu conciliador. Un espíritu que tiene más vigencia que nunca: ha conseguido que hindúes, judíos, musulmanes, cristianos, budistas o taoístas vivan en paz y armonía durante 50 años.
 

2 comentarios:

Conchi dijo...

Un país fascinante, más después de leerte.
Muy curiosas las normas, sensatas y loables la mayoría, lamentable la homofobia.
De todos modos, me parece que me agobiaría en un lugar tan superpoblado.

carolina dijo...

Muchas gracias por la interesantísima información que nos has proporcionado, Jesús. De todas formas, te confieso que, pese a lo fascinante que suena todo lo que has dicho y a que respeto el mérito de conseguir la convivencia entre personas de diferentes religiones (algo muy complicado hoy en día), el cúmulo de normas y prohibiciones que has enumerado han hecho que mi ánimo se enfríe ante la (im)probable perspectiva de que un día pueda visitar ese país. Confieso que la competitividad no me parece la mejor de las cualidades para una sociedad y me parece que la educación es mejor que las multas a porrillo a la hora de concienciar a la gente. A ver, ya sé que los humanos solemos reaccionar si nos dan en lo que más nos duele (la carne y el bolsillo), y en ese sentido las multas son más eficaces... pero todo eso destila un tufillo a dictadura blanda y próspera. No sé, creo que no me gustaría mucho vivir en semejante país, por muy bueno que sea su nivel de vida. Prefiero un poco de suciedad en las calles, que semejantes clavadas por algo tan inocuo como mascar chicle. Sé que todo eso tiene su razón de ser, de acuerdo, pero sigue sin gustarme.
Todo ello sin dejar de reconocer la eficacia de su sistema para conseguir el desarrollo económico y la convivencia entre personas de distinta etnia y religión.