Sinopsis:
Adrián Doria, un joven y exitoso empresario, despierta en la habitación de un hotel junto al cadáver de su amante. Acusado de asesinato, decide contratar los servicios de Virginia Goodman, la mejor preparadora de testigos del país. En el transcurso de una noche, asesora y cliente trabajarán para encontrar una duda razonable que le libre de la cárcel.
El éxito de una película de misterio radica en que este se mantenga hasta el final y que la resolución sea verosímil a la par que sorprendente. Si al poco tiempo después del planteamiento descubro el pastel, el resto del metraje me sobra. Aun así, tuve la paciencia de acabar de verla, lo que no hacía más que corroborar mis suposiciones.
Además, Mario Casas no me parece el actor más adecuado para el papel, que habría requerido de mayor madurez de edad y, sobre todo, interpretativa. Ni siquiera a Jose Coronado, que suele estar estupendo, lo encontré acertado. Decir que el peso actoral recae en la siempre espléndida Ana Wagener, a la que tuve el placer de ver en Fausto, sería contar demasiado.
La película tiene una factura visual impecable y cuenta con preciosos paisajes pirenaicos, escasos motivos para perder dos horas con ella.
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