sábado, 26 de octubre de 2013

Un día fueron inseparables: Aquellos teléfonos (y IV)



 Pues llegamos al último capítulo de esta "serie" que un poco he tardado en hacerlo, pero es que entre unas cosas y otras... Si Alexander Graham Bell levantase la cabeza, hoy día, sería todo una incógnita su reacción, igual la agachaba sin más o bien la agachaba soltando -"¡Menuda chapuza inventé yo!". El teléfono de la foto hoy ya apenas se ve, salvo un caprichoso coleccionista y mucho menos los de antes, aquellos como los de "La casa de la pradera", que cogías el auricular y conectabas con la centralita para indicar al destinatario de la llamada y la Sra. Olesson se empapaba de toda la conversación. Antes el teléfono únicamente servía para recibir y efectuar llamadas en, y desde, casa. Si llamabas y no había nadie en casa del destinatario pues a esperar a ver si la próxima había más suerte. Después nos vino el teléfono de marcación de teclas nada más, otro que ya podías ver quien te llamaba, podías almacenar los números más utilizados en la agenda, el contestador automático,... Después ya vino el inalámbrico que podías utilizarlo sin efectuar esos incómodos paseos hasta el lugar donde estuviese puesto. Las modernidades favorecen la obesidad porque no me digáis del mando a distancia de las teles. Hasta que la revolución vino allá por finales de los 90 con el móvil, los primeros sencillitos: llamar, recibir llamadas y poco más, hasta los que tenemos ahora que son algo así como un pequeño ordenador que llevamos con nosotros a todas partes, podemos leer el periódico, jugar a jueguecitos, leer un libro, ver una película y por desgracia también se pudo un día hacer explotar unas cuantas bombas que iban en trenes de cercanías madrileños. En fin, de aquí a unos 15-20 años ¿Qué se podrá hacer más con esos aparatitos? Toda una incógnita.

2 comentarios:

márian dijo...

Para mí lo que está claro es que cada vez nos estamos aislando más con estos aparatos. La mayor parte del tiempo que hace unos años dedicábamos inconscientemente a socializarnos hoy estamos tecleando que los super móviles, que a este paso en poco tiempo, tendrá que tener una pantalla de 40 pulgadas, supongo que plegable o desaparecible.
Al menos la crisis, nos ha hecho levantar la mirada de la pantalla del móvil momentáneamente, aunque temo como el escritor Arturo Pérez Reverte, que el efecto durará poco, pues estamos aborregados por el poder político y nuestro sentido crítico esta cada vez más empequeñecido, cuando no desaparecido.
Como diría alguno " Ni se tiene ni se le espera ".

Conchi dijo...

Pues a mí me sigue encantando HABLAR, que no escribir, por teléfono. Me desepero con esos teclados diminutos y el corrector ortográfico que escribe lo que le da la gana.

Mi madre aún tiene un teléfono de disco como el de la foto.

Gracias por la serie de entradas, Juanfra. Nos ha hecho recordar y reflexionar.