
Quisiera dar el pésame a los actores Eva Cobo y Toni Cantó. Ayer, la hija que tienen en común, de 18 años, y el sobrino del candidato a la alcaldía de Barcelona, Xavier Trias, de 20, fallecieron en un accidente de tráfico tras chocar el vehículo en el que viajaba con una furgoneta cuyo conductor estaba ebrio. Si cualquier fallecimiento de gente joven, aunque sean desconocidos, es doloroso, en este caso se da la circunstancia de que tuve el placer de conocer a los progenitores, por separado pues ya no continuaban la relación.
Primero vi a Toni en teatro en
La gata sobre el tejado de zinc en 1998. Aunque entonces lo consideraba poco más que una cara bonita, un papel tan complejo como el de Brick me lo reveló como un actor sólido y se ganó mi respeto y admiración profesional. Además, lo saludé al término de la función y estuvo tan encantador como guapo, todo lo contrario que su compañera, Aitana Sánchez-Gijón, que salió por la puerta principal para que nadie la abordase.
El año siguiente fui con un primo y mi madre a ver
Sé infiel y no mires con quién. Mi primo estaba empeñadísimo en saludar personalmente a Eva Cobo y a Jorge Roelas, así que moví mis contactos con el personal del Principal para hacer realidad su sueño. Al final de la función, nos dejaron pasar a los camerinos a saludar a los actores. Joaquín Kremel me firmó un autógrafo en catalán, lengua en la que me dirigí a él. Todos estuvieron muy simpáticos y no pusieron objeciones a que nos hiciésemos fotos con ellos. Mi madre aún recuerda a Eva Cobo que le hablaba de lo importante que para ella era tener trabajo para seguir criando a su hija, la que ya no está a su lado.
En el 2001 fui con Mari Pau y Nati a ver
Las amistades peligrosas, en cuyos papeles principales estaban Toni Cantó, Maribel Verdú y Amparo Larrañaga. Del trío actoral destacaré en primer lugar a Amparo Larrañaga, digna sucesora de una casta de talento. Lamentablemente, no se heredan los genes por relaciones conyugales puesto que su cuñada Maribel Verdú pecaba de insegura sobre las tablas. Ni física ni cualitativamente daba la talla para interpretar a la dulce e ingenua Sra. de Tourvel. De la anterior ocasión tenía una foto con Toni Cantó que llevé conmigo. Lo esperé a la salida, se la enseñé y le pedí que me la firmara. Se agachó para hacerlo, no sin antes quitarse un horroroso gorro que llevaba y que le tapaba, supongo que con el objeto de evitar ser reconocido. Hablamos unos momentos de la obra y para despedirse me dio dos besos. Estuvo encantador, no sólo conmigo sino también con la decena de personas que allí habría. Ya puestos, decidí esperar a Maribel Verdú y pedirle un autógrafo para un amigo que era su mayor fan. Debió vernos caras de psicópatas a los presentes pues salió rodeada de su marido, madre, hermana y otros acompañantes que la cercaban en plan búnker para que nadie la molestase. ¡Quién se habría creído que era! Lo cierto es que dejó muy mala impresión. Para no cabrearnos más, preferimos no esperar a la señorita Larrañaga y nos marchamos.
Viendo la foto, 10 años después, me doy cuenta de que debí de encontrarme muy a gusto con Toni Cantó cuando demuestro tanta confianza apoyada en su hombro.