sábado, 15 de enero de 2011

Tigre blanco


Sinopsis:
Les presentamos a Balram Halwal, alias Tigre blanco, sirviente, filósofo, emprendedor, asesino... Durante siete noches, a la luz mortecina de un candelabro ridículo, Balram nos va a contar su historia.

Nacido en una villa en el corazón de la India, trabaja en una tienda de té. Mientras machaca carbón y limpia mesas, se va formando un sueño en su cabeza: el de escapar de la orilla del Ganges, en cuyas oscuras profundidades se han podrido generaciones enteras.

Su gran oportunidad surge cuando un ricachón del pueblo lo contrata como chófer para su hijo, su nuera y los dos perritos de éstos. Detrás del volante del Honda, Balram alcanza a descubrir la ciudad de Delhi por primera vez y resulta una revelación: entre las cucarachas y los locutorios, los más de treinta millones de dioses, los barrios bajos, los centros comerciales y los interminables atascos, la reeducación de Balram comienza.

Mientras los otros sirvientes hojean la última revista de sucesos, Balram empieza a vislumbrar cómo el Tigre va a poder escapar de su jaula. Claro que ¿qué hombre de éxito no se ha visto obligado a derramar un poco de sangre en su camino a la cima?

Tigre blanco es una historia absolutamente irreverente, profundamente tierna y desde luego, inolvidable.


La novela recuerda en parte a la película Slumdog Millionaire pues también es la historia de un hombre pobre de la India de hoy, uno de los muchos cientos de millones de personas que pertenecen a la vasta clase marginada del país, que viven como obreros, sirvientes y chóferes y a quienes generalmente no salen en los medios de entretenimiento indios.

La India que Balram presenta no es la de especias, espiritualidad y saris. Así, dice al primer ministro chino que no debe tocar el Ganges, un río supuestamente sagrado y muchas veces el destino de turistas estadounidenses: “¡No! Sr. Jiabao, le pido no meter el pie en el Ganges, a menos que quiere llenarse la boca de heces, paja, restos de cadáveres, carroña de búfalo y siete tipos de ácido industrial”.

Cabe destacar que, aunque la historia es dramática, procura no perder el sentido del humor y deja un regusto tragicómico que intenta paliar tanta desgracia.

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